Todo el tiempo me pregunto
de dónde viene tanta tristeza
y las ganas de tirar piedritas
a una ventana en la que no hay nadie.
Atardece.
El celaje es profundo detrás del fonema de la lluvia.
Somos salvajes aguaceros con eterno degradé
que acampa emotivamente en el olvido.
El milagro ocurre cuando nos vemos a los ojos.
El milagro es una paradoja lamiéndose los pezones.
Todo el tiempo me hago preguntas
y las respuestas me llevan a un desierto trasnochado.
Deseemos que esas piedritas que lanzo
vayan a caer a alguna parte.
Anochece.
La eternidad es una nebulosa furibunda.
Quisiera viajar al Sur y ver tormentas eléctricas de cerca.
Quisiera pensar que no todos mis pensamientos son tristes.
Los tristes.
Los rotos desplumados
donde el sol no acaricia con sus dardos iluminados.
Los tristes. Los menos fatuos. Los ensimismados en su reminiscencia.