Son exactamente las 5 de la tarde. Es el cumpleaños de mi hermana y nos dirigimos al ansiado concierto de Los Amigos Invisibles en Guatemala. Subo al auto y tomo con ambas manos el volante japonés, mientras pienso que debemos apresurarnos para llegar a tiempo. Enciendo un cigarro y conduzco velozmente.
Buen funk, buen trago, buena memoria
Inserto un CD en el estéreo y pienso que esta noche bailaré buen funk hasta saciar las ganas. Acelero entre los autos y pienso en las breves gotas de lluvia que empiezan a caer del cielo. ‘Siempre llueve este día, vos’, reincide mi hermana. Pienso en la resaca que tengo encima y anhelo una michelada como las que estaba tomando anoche, en el bar de una amiga mientras ponía música ochentera y platicaba de Èdith Piaf, Vinicius de Moraes y Daddy Yankee con un amigo pintor. Pienso también en una amiga con la que ya no platico ni escribo ni hablo, y pienso a la vez en la minifalda de una ex novia que hace poco me escribió. Deberíamos vernos, pienso, me urge algo de acción. Luego divago un poco y pienso que todas las mujeres deberían de usar minifalda, aunque sea una sola vez al mes. Pero que sí, ¡la minifalda debería ser una regla irrevocable en toda mujer! Definitivamente, soy un hombre de piernas, cómo dice Bukowsky. También pienso en que tuve que ponerme una tshirt de funkero, o quizás, la del cover del single de Blue Monday del ’83. Pero no. Ya vamos tarde.
A pesar de que amo el Punk y el Postpunk, soy funkero a capa y espada. Entre todos estos pensamientos estúpidos, manejo el auto con una especie de prisa insólita. Voy veloz. Mi hermana, que fuma un azul, me dice inquisitivamente: ‘vos, la tarde pinta bien’. 'Sí, vos, sólo esta goma es la que me está haciendo mierda', le respondo inmediatamente. Su amigo, un hindú-inglés que vive en Nueva York, pero que está alquilando una pequeñita casa en los alrededores del Lago de Atitlán mientras escribe su primer novela, me dice al ritmo de Twenty Four Hour Party People desde el asiento trasero del bromomóvil: ‘Great music you like, man’. Le respondo con un arrogante ‘I know...’, mientras pienso en el bailarín de Happy Mondays. Ése tipo no cantaba, sólo se la pasaba bailando mientras tocaba las maracas en el escenario. Seguramente rodos se recuerdan de él, pero nadie, ni siquiera sus amigos se recuerdan de su nombre. A pesar de todo eso, qúe buen trabajo.
Al final, cruzamos la recién mojada y brumosa city y nos estacionamos en el parkin del toque. Hay camisetas de diseño en la entrada; todas con colores y diseños extraños, algunas más alucinadas que otras. Hay gente dispuesta, gente fumando, gente atenta, gente a secas. Atuendos stretch, modelitos de marca, melenas rotas, melenas fashion, culitos redondos y sombreritos funky. Hay cigarros, drogas plásticas, pláticas joviales, ganas en los pies y calzados de diseño. Hay mucho diseño, demasiado diseño. Hay campanas exageradas, pelotón de pasos de baile, hombres policías, ¡Y mujeres policías! En fin, hay arrebatos contra-institución y mucha fiesta. Sobre todo mucha fiesta.
Al final entramos en seguida. Cruzamos la entrada, saludamos a los conocidos, hacemos fila y por fin llegamos a la sala all you can drink. Pedimos mil tragos, hacemos vida social con los amigos, luego hacemos escándalo, nos tomamos mil fotos y bailamos decadentemente. Fumamos, bebemos, nos drogamos como en cualquier otro VIP. Nos damos la pari como se debe.
En fin, buena fiesta para todos. Y para todos: un buen trago mientras bailamos como Bez; el chico maraca de los Happy Mondays. Sabía que Google lo podía recordar.
Buen funk, buen trago, buena memoria
Inserto un CD en el estéreo y pienso que esta noche bailaré buen funk hasta saciar las ganas. Acelero entre los autos y pienso en las breves gotas de lluvia que empiezan a caer del cielo. ‘Siempre llueve este día, vos’, reincide mi hermana. Pienso en la resaca que tengo encima y anhelo una michelada como las que estaba tomando anoche, en el bar de una amiga mientras ponía música ochentera y platicaba de Èdith Piaf, Vinicius de Moraes y Daddy Yankee con un amigo pintor. Pienso también en una amiga con la que ya no platico ni escribo ni hablo, y pienso a la vez en la minifalda de una ex novia que hace poco me escribió. Deberíamos vernos, pienso, me urge algo de acción. Luego divago un poco y pienso que todas las mujeres deberían de usar minifalda, aunque sea una sola vez al mes. Pero que sí, ¡la minifalda debería ser una regla irrevocable en toda mujer! Definitivamente, soy un hombre de piernas, cómo dice Bukowsky. También pienso en que tuve que ponerme una tshirt de funkero, o quizás, la del cover del single de Blue Monday del ’83. Pero no. Ya vamos tarde.
A pesar de que amo el Punk y el Postpunk, soy funkero a capa y espada. Entre todos estos pensamientos estúpidos, manejo el auto con una especie de prisa insólita. Voy veloz. Mi hermana, que fuma un azul, me dice inquisitivamente: ‘vos, la tarde pinta bien’. 'Sí, vos, sólo esta goma es la que me está haciendo mierda', le respondo inmediatamente. Su amigo, un hindú-inglés que vive en Nueva York, pero que está alquilando una pequeñita casa en los alrededores del Lago de Atitlán mientras escribe su primer novela, me dice al ritmo de Twenty Four Hour Party People desde el asiento trasero del bromomóvil: ‘Great music you like, man’. Le respondo con un arrogante ‘I know...’, mientras pienso en el bailarín de Happy Mondays. Ése tipo no cantaba, sólo se la pasaba bailando mientras tocaba las maracas en el escenario. Seguramente rodos se recuerdan de él, pero nadie, ni siquiera sus amigos se recuerdan de su nombre. A pesar de todo eso, qúe buen trabajo.
Al final, cruzamos la recién mojada y brumosa city y nos estacionamos en el parkin del toque. Hay camisetas de diseño en la entrada; todas con colores y diseños extraños, algunas más alucinadas que otras. Hay gente dispuesta, gente fumando, gente atenta, gente a secas. Atuendos stretch, modelitos de marca, melenas rotas, melenas fashion, culitos redondos y sombreritos funky. Hay cigarros, drogas plásticas, pláticas joviales, ganas en los pies y calzados de diseño. Hay mucho diseño, demasiado diseño. Hay campanas exageradas, pelotón de pasos de baile, hombres policías, ¡Y mujeres policías! En fin, hay arrebatos contra-institución y mucha fiesta. Sobre todo mucha fiesta.
Al final entramos en seguida. Cruzamos la entrada, saludamos a los conocidos, hacemos fila y por fin llegamos a la sala all you can drink. Pedimos mil tragos, hacemos vida social con los amigos, luego hacemos escándalo, nos tomamos mil fotos y bailamos decadentemente. Fumamos, bebemos, nos drogamos como en cualquier otro VIP. Nos damos la pari como se debe.
En fin, buena fiesta para todos. Y para todos: un buen trago mientras bailamos como Bez; el chico maraca de los Happy Mondays. Sabía que Google lo podía recordar.
Los músicos
El primer músico es un DJ que tiene una especie de Extended Set medio Housero, medio Groovy, medio Deep. Su nombre: DJ Pako. Es la segunda vez que lo veo pinchar, y pincha bien. Nos empieza a estimular los pies, los hombros, las pituitarias, las papilas. Todo es medio zen y medio inicio de algo que se avecina. Luego hay una pausa, algunos visuales y suben cuatro, o cinco, músicos a tocar un ‘bit’ medio rock, medio Reggae, medio Pop, medio Funk. La banda, una banda nueva: EL BIT. Los chavos hacen sus intentos, lo logran a medias, provocan a algunos, desesperan a otros. ¡Allí es donde estalla realmente el licor! Es decir, que empiece la fiesta.
Voy por mil tragos más, nos tomamos fotos entre todos, platicamos de cualquier estupidez. Me encuentro con muchos amigos, algunas exnovias, todo pinta bien. Los músicos, los promotores, los pintores, los fotógrafos, los modelos, las modelos, los actores, los cineastas, las mamaítas, los papaítos, los pimps, las babies, los meros meros. Todos en una especie de trance sagrado, un Dialecto Divino que nos une, un cóctel musical. Me cuentan acerca del proyecto que sigue en el escenario, me lo cuentan los propios músicos al ritmo de los cigarros y alcohol. 'Bromito, me dicen, te va a gustar un chingo lo que vamos a hacer'. 'Pues eso espero, les digo, sino me subo y los bajo del escenario'. 'Salucita pues'. Brindamos con nuestros cocteles y a seguir bailando.
Suben los músicos, preparan sus instrumentos, empieza el show.
Riquísimo, alucinante, profundo, totalmente profesional. El proyecto es Francis Dávila (un compa DJ) y Los Diputados del Funk (El Ché, guitarrista de la desaparecida banda de funk Entretodos y Dieguito De León, bajista de funk de la misma banda). El proyecto suena delicioso. Alrededor de un set de 5 canciones (8 minutos cada una) que nunca acaban, nos hacen sacar el diablo. Es house, es funk, es live act. Los sonidos de los instrumentos pasan por los cables y se conectan todos en el mixer de Francis, que los devuelve al público con efectos análogos que hacen latir el estómago.
Funk Puro, mucho baile, Deep House amalgamándose. Muy rico el proyecto.
Luego, entre agitaciones magistrales, bailes sensuales, besos imprevistos, cócteles y más cócteles; se escucha un colectivo ‘Cuchi Cuchi’ que hace estremecer a la terraza del lugar. Cantamos en coro: ‘Mujer Policía, me ponés la carne fría... por qué no me metes preso y arreglamos esto’. Hacemos escándalo, la gente toma fotos, nos voltea a ver, reímos. Todo el mundo ríe. Voy por más bebidas y otras sustancias para alegrar la noche. Voy del VIP al área general, tomo más fotos, improviso mi nuevo pasito de baile. Se apagan las luces y una amigovia me abraza sin delicadeza y me grita al oído mientras me continúa besando: ¡Sos un lindooo... ahí estánnnn!
Y sí, allí están. La gente te empuja, baila, grita. El resto es historia.
Abren con una guitarra funky y ‘What is love? It’s in the blood, it’s just a way of life... What is love? It’s everything, it’s something you can’t hide... What is love? Is it the way you look into my eyes?... What is love? The things you do that take me by surprise… Amor is to love you, amor is to care… Amor is to people with something to share… Amor for the Spanish, amor for the French… Love in any language, always means the same…’ Mi hermana grita, el mundo grita, mi hermana corre hacia mím, me abraza, brindamos, cantamos y los maestros siguen con Cuchi Cuchi, Diablo, la obvia Sexy, la otra obvia Qué Rico, el curioso Mao Mao y el genial Superfucker. También tocan otra explosiva: el Ultra-Funk, y después Cachete a Cachete, Guffi’s Mix, la inevitable La Vecina (que no podíamos dejar de cantar) y la super explosiva Ponerte En Cuatro.
La gente se vuelve loca. Qué envidia de cumpleaños. Luego continúan los músicos, los amigos y All Day Today, que fue el clímax de la noche junto con 'Esto es lo que hay, esto es lo que hay... si estás buscando un niño lindo, esto es lo que hay...'. Luego otra que olvidé el nombre, pero sonaba bastante bien. También la clásica housera: ‘Una disco, llena ‘e culos... y bailando, en lo oscuro...’
Uf, todo un buen momento.
Por último, Julio Briceño y DJ Afro le dan el abrazo respectivo de cumpleaños a mi hermana y qué más pedir. Nada, la verdad. Así, nos tomamos las últimas fotos y manejo de regreso a nuestro After. Pongo música, sirvo güisquis, vodkas, cervezas, vinos y exactamente a las 5 de la tarde (del día siguiente), me voy a la cama a descansar mientras pienso en New Order y en el regalote que me dio mi hermana para su cumpleaños.
La resaca que espere. Hoy tengo mucho por dormir.