Hablé de vos, de mis ansias...
Gustavo Cerati
Esperé tu risa
Gustavo Cerati
Esperé tu risa
y tu falda con ganas.
Esperé y esperé y esperé.
Primero llegaron
las carcajadas suculentas de mis amigas
con sus tatuajes punk, sus pearcings ingenuos
y sus efímeras promesas de zapatillas deportivas.
las carcajadas suculentas de mis amigas
con sus tatuajes punk, sus pearcings ingenuos
y sus efímeras promesas de zapatillas deportivas.
Fuimos felices, sí,
pero siempre me veían triste
porque en el fondo seguía esperando tu tsunami devastador y luminario.
porque en el fondo seguía esperando tu tsunami devastador y luminario.
Así que después de un rato
de promesas fallidas y orgasmos múltiples
me fui aburriendo, abatido y desesperado. Ellas también.
Yo te seguí esperando y esperando.
Ansioso. Daba vueltas por la calle y nada.
Ansioso. Daba vueltas por la calle y nada.
Nunca llegaste, nunca atravesaste el umbral.
Yo escuchaba canciones de Foals y The National,
me embadurnaba con poemas alados de Pound o Pessoa,
y te seguía esperando en mi nido de nicotinas, libros y abrazos.
No pasó nada.
Me aburrí, pataleé, aprendí a perder.
La noche incendió belleza en mis ojos y tristeza en mi corazón translúcido.
Así pasaron los meses,
me destruí en el anonimato de lo impávido
y en cigarros tristes a las tres o cuatro de la mañana.
Un día de tantos salí a bailar,
ya con la esperanza desubicada
y con los pies más inquietos que una brújula en écstasi o dmt.
Bailé por horas. Solo.
Sentí la rabia y la intensidad de Xibalbá en el pecho.
Sentí la rabia y la intensidad de Xibalbá en el pecho.
Bailé como bailan los dioses en su ocaso más espeso.
Me sentí tremendo y vasto. Por fin feliz.
Apareciste,
después de las tormentas sórdidas del tiempo
y la melancolía agrietada de sabernos siempre rotos,
desequilibrados y vagabundos. Hechos añicos por dentro.
desequilibrados y vagabundos. Hechos añicos por dentro.
Apareciste, sí,
después que te esperé y esperé y esperé.
Me diste tu mejor sonrisa, intentaste abrazarme y no sentí nada.
Sonaba Fela Kuti o Antibalas.
Y no pude sentir más que ternura y arritmia
en el corazón de todos mis símbolos oscuros.
Me largué.
Te dejé hablando sola.
Pero por primera vez fui libre.
Triste y libre. Libre de tu llegada y mi espera.
Triste y libre. Libre de tu llegada y mi espera.
Estaba roto, muy roto.
Esa madrugada tomé harto vodka y gin,
porque no esperaba más nada de la brisa etérea
que te dan los árboles al respirar despierto en invierno.
que te dan los árboles al respirar despierto en invierno.
Ya no esperaba nada.
Nada más que un símbolo de paz
y esa certeza que sentís al abrazarte solo con los brazos temblorosos.
Pedí un taxi,
sentado y tembloroso en la acera,
y no esperaba más nada que mi taxi.
Pero también esperaba,
seguir mi caminito de piedras o estrellas.
Y lograr que mis pasos inquietos
me llevaran a casa con precaución.