viernes, 29 de abril de 2016

ZONA10 NEL, mejor Z9

"Explicar con palabras de este mundo
que partió de mí un barco llevándome".

Alejandra Pizarnik




Me enrosco
en el día a día
escucho Foals
The National.
Me pongo a pensar
dónde estarás ahora
justo en el momento
en el que enciendo un cigarro
y me voy del lugar
al que íbamos
dos veces
por semana.

Agarro la bici
y me largo lejos.


Me enrosco.
No te miento.
Me encierro
en mis libros y
le pregunto a cuates
si estás en Barcelona
Berlín, Xela o a dos kilómetros
de mi casa tomando tragos
dos por uno
de esos que
nos daba aquél
nuestro amigo
que le gustaba
Charly García
y tenía un bar
donde banqueatábamos
con El General de fondo
mientras tu amiga bailaba
con sus tacones pardos
y la rutina parecía
no tener geografías
ni cansancio nocturno
a media semana de junio.


Te pensé y te extrañé.
No te voy a dar pajas.


Creo que enroscarse
y olvidarse de todo
es una manera de ser honesto
sin poéticas ni narrativas
que disuelven lo que es real
entre tanto absurdo y fantasía.

Hoy te extrañé demasiado,
pero no diré más sobre eso.
Lo podría seguir diciendo
con Jammie XX de fondo
pero no quiero.
Son las doce y
ya no importa.


Después de recordarte tanto
di vueltas y pensé en tus lunares.
El Súper me quedaba en el camino
y compré un litro de Gin y Tónicas.
Una pareja se besaba en el pasillo
de jabones, champús y cremas de Aloe.
Sentí una melancolía enorme y me fui.


Una marea de recuerdos amargos
zumbaron como canción de Frahm,
aquel alemán que no te gusta y hasta odias.
Luego me puse los audífonos y le di play
a mi lista favorita
ese de zona 14 a zona 9
el de todos los días
el de siempre
que es luz
y refugio.

Soñé. Viajé. Floté en la bici
mientras escuchaba a nuestros amigos
de Fraaek y Alex Hentze, aquel duende
que una vez se quedó en nuestro nido
de barrancos y luciérnagas mudas tecnicolor.

El corazón se me partió de tanta nostalgia.


No quiero tomarme un trago sin vos.
No quiero nada que tenga que ver con amor,
cariñitos, abrazos y arrumacos de película gringa.

Estoy harto de eso
y tengo una botella
o cuatro de Vodka o Gin

con las que pienso en Bolaño o Miller
o Radiohead o Céline o Björk o Wallace.
La verdad, estoy harto de estar muy harto.

Tampoco quiero salir
porque de verdad no quiero más rabia
y no quiero encontrarme a tus amigos
en el otro bar al que solíamos ir juntos.
Me van a preguntar:
"¿Siguen juntos? ¿Qué pasó?"
mientras ven mis tatuajes
y les voy a responder:

Sí. No.
No sé que pasó.
Si sé que pasó.
Quiero todo o nada.

Mejor me iré del lugar.
Iré a mi casa a bailar solo.
Bailar es una forma de enroscarse.


Las calles de Guate me enroscan.
Todos los rincones de este país me enroscan.

Me enrosco y enrosco todo el tiempo en el silencio
de rituales de música y comidas y libros y amigovias.


Mis libreras gimen galaxias,
agujeros negros que ya no quiero.
Mis libros irradian anillos cósmicos
que huelen a lavanda y guaro y tabaco.
Siento que Saturno
nos susurra poemas alineados
infinitos de agua todo el tiempo,
y al Alprazolam o al Litio, digo,
los podríamos olvidar esta noche
después de hace un año
de aquel espisodio
que me partió
el corazón en
pedacitos rotos.

Quiero. No quiero.


Quiero que nos movamos de zona,
de confort, de ruido y cuadrilátero.

Zona diez nel, mejor zona cuatro.


Ahí nos volveremos a encontrar
y silbaremos las rolas
que en un momento
dejamos de silbar
por andar bailando
con el dolor cotidiano sin asombro.
Esas canciones eran de Morrissey
y Thom Yorke y Matt Berninger,

con vos yo quiero
eso que tanto hablamos
eso que pausamos por los malosentendidos.
Por no ser claros y directos.
Por no ser menos orgullosos y asombrados
por el vasto fulgor que es una mano junto a otra.


Quiero un reef vagabundero de Morello.
Con vos quiero un abrazo al final del día
y Radiohead remixeado a manera de sol
que lo incendia todo
y nosotros lo vemos
desde lejos brillar
sentados en una playa
que sólo vos y yo conocemos.

Quiero un descanso de piedras o cenizas
del que hablaba Neruda en un poema
que leí de adolescente mientras te esperaba.


Brillemos entonces,
con la oscuridad de Pizarnik
o un poema de Pessoa, Plath o Pavese.

Brillemos, sí,
así como nuestros ojos brillan
cada vez que nos vemos las ansias.

Y si no...

Mejor me enrosco. Otra vez. Es necesario.
Ya dije muchas cosas que no quería decir.
Es la emoción de querer verte.
Es la emoción de soñar que estamos despiertos
como perros románticos y electros a final de un
poema que es vía láctea y maremoto y silencio.

Por eso mejor pregunto, antes de callarlo todo.

¿Te espero en zona nueve o mejor desaparezco por completo?


Ahí en zona nueve está mi casa.
Podríamos prescindir de los vergazoas rudos
que da la zona diez o la vida o el día a día.
Nos podríamos acariciar un buen rato
con ganas delirantes de madrugada.

O sino otro día. Vos tranquila.
Puedo escribir un poema emoji orgásmico
y soñar que estamos juntos sin estarlo nunca.


También,
por qué no,
podría ponerme a soñar con Pessoa
y esos poemas enroscados
que escribo a media noche
pensando en Juarroz.

Podría volverlos jipjop denso
para días mejores
con búfer y tronazón de dedos
que se cruzan solos
para que algún día
volvamos a estar juntos.