«For what feels like months
but really it's days».
James Blake
Casi siempre me encierro
a escuchar las mismas canciones.
Me dan horas en su repetida fórmula repetida.
Viajo y regreso del viaje como un insomne. Un fantasma.
Río. Sonrío. Descifro la melancolía y me pongo a olvidar.
Olvido. Es fácil.
Tan fácil como le pasaba a Cerati.
Me dan ganas de largarme, me quedo. Quiero entender.
Lo entiendo todo (Chopin, Nietzsche, De Lión). Ardo.
Me desintegro.
Me quedo escuchando un solo de Coltrane o Tame Impala en mi cabeza.
No importa. Sí importa.
Lo que más importa es que somos tristes moléculas encontrándonos.
Nos vemos en las exhibiciones.
Nos vemos en las inaguraciones de películas.
Nos vemos en las presentaciones de libros de amigos.
Nos palpamos, nos sentimos, nos tocamos las tristezas.
Sólo somos siluetas temerosas,
ruidos blancos sobre fondo negro,
estalactitas sonámbulas a medio sismo y turbias
constelaciones de rabia entrando en agujeros negros.
Sí, estoy arisco.
Estoy más triste que una colmena alucinógena.
Nunca entendí, nunca crecí con la certeza del amor al lado. Justo al lado.
¡Vamos, destrocemos el alba! ¡Rompamos poco a poco la luz que queda!
¿Querías ser dark? Es esto.
Nada más queda que un abrazo honesto.
Un poema desde mi colocha noche sonámbula y un par de cervezas tibias.
Tomátelas, por favor.
Si no, yo me las tomo
y terminaré recitando versos de Ginsberg o Kerouac toda la madrugada.
Arisco, sí, como somos cuando somos mientras bailamos lo que no bailamos.