viernes, 28 de agosto de 2015

FISURAS

Me propongo una soledad errante,
un deep house directo a la entrepierna
que avance y avance como locomotora
tierna
rubia
o pelirroja
al fin de la noche,
como en aquellas páginas de Céline
que nunca olvido
y me parecen tristes
pero hermosas.

Soy luz,
todos somos luz
como Pessoa o como Bolaño.
El dolor no debería de dolernos,
a veces,
sólo a veces,
las migajas del espasmo más teórico
lo encandila todo hasta la rabia,
pero es normal, muy normal.
Uno sufre por pendejo. Punto.

El fonema más bello del universo
es Zen, igual que Dios o Paz o Gol.
La macabra verdad del sufrimiento
debería estar prohibida
a toda hora
y no debería
regresar nunca.

Entonces,
después de todo lo dicho,
con Bergman o Pasolini
en la mirada más precoz del universo,
insisto en que mi soledad es errante
con inventarios malhabidos,
noches tenues y ferroviarias
con números rojos a toda ansia.

Soy feliz con lo que tengo y no he tenido.

Y además de todo,
he bailado hasta reguetón y punta y calipso.

Y bailar, siempre lo cura todo.