No es que no pueda prescindir del exceso, tu exceso; pero prefiero saborear toda tu hegemonía intacta valiéndose de los recursos del momento más auténtico. Y no es que no deba, pero debería venerar tu risa acariciándome los bordes de los dolores más toscos de mi epicentro. Pero ésa risa tuya, tan puntual y tan convexa con todo. Me hace llegar a otro lugar donde la poesía no rige, no dicta; no es dogmática. Y vos sos poesía, poesía cruda, espontánea toda. Tal cual efímera proeza en movimiento con el infinito. Ése infinito que nos sabe pero no nos aprende de memoria.