Y los mejores asesinos son aquellos
Que predican en su contra.
Y los que mejor odian son aquellos
Que predican amor.
Cuidado con los predicadores.
Cuidado con los que saben.
Cuidado con aquellos que están siempre
Leyendo
Libros.
(Charles Bukowski)
A una semana de la presentación del libro "Sin Casaca", todo es muy distinto. Aunque la verdad, no tanto. La noche siempre es la noche, y el día no es tal día –cómo diría Roberto Monzón– es relámpago frugal de doce horas. Y aunque dan ganas de mar, siempre mar, también dan ganas de montar caballitos de carrusel y encaramarse en la felicidad del mundo; o en el torso bronceado de una italianita backpackeriana.
La noche casaquera, no tuvo italianas ni gringuitas ni alemanas; pero tuvo un toque exquisito de diversidad de gente que me amalgamó la vida a mí, y a otros tantos. La noche estuvo concurridísima, cómo nunca antes en una lectura o presentación de libro. Creo que las casacas las abrió Mills, Dardón y Payeras. Aquellos parece, según dicen, estaban curtiéndose de alcohol y bocas en El Granada muchas horas antes de la presentación; junto al recuerdo incesante de las enanitas gangbang, los apóstoles del pop, los chuchos violadores y uno que otro Barnie difrazado por Estuardito Prado, el maestro del antirelato flat. Luego bajo ése mismo tono de lectura o alcohol, fatuo y subversivo, les siguió Julito Serrano que concluyó bien-parafraseando un chat transcrito en su relato de choferes. De allí en adelante, todo fue sumamente extraño a excepción de Lorena Flores (a quien noté nerviosa con su relato de hombrecito/hermanito), Alejandro Marré (con su ángel taximétrico y salvador) y Luis Fernando Alejos (que precedió mi lectura con su relato corazonado) dance. Al final, opté por leer mis dos relatos y esperé la lectura de Alejandro Torún, que me pareció sobria y fina. Al final, salí a beber cerveza cómo se debe y hablé puras casacas con el torrente de mara que no dejaba de aparecer. Luego de un parito de gallos, nos cambiamos de bar con mi nena y la noche se puso galana –cómo le dicen–. Tanto que hasta terminé cantando/improvisando con una bandita de nombre “La Casaque Finé” en el bar de una amiga. En ése momento intenté improvisar Heroin de Velvet Underground pero me salió convexa la tonada y terminé Funeraleando Once a lo A.C. por culpa de las maltitas y los excesos.
Luego llegaron los after y los after-de los afters; ya ustedes se saben el resto de la historia.
Oh, sí! Sí! Sí!
Lo bueno, es que terminé tomando Jack Daniels, escuchando Pescado Rabioso y susurrando versos disidentes de Charles Bukowski en horas de la tarde el día jueves (Día Internacional del Trabajo). El viernes, fue puro descanso y el sábado antiguazo directo al centro de la montaña. Una montaña mágica (no de Thomas Mann precisamente) entre silencio infinito, fogata incesante, puros de marihuana y licor de café. El amanecer, otro tema, pero siempre despiadado y sublime. Ahora, martes. Mucho ruido, sí, mucho ruido de fondo. Pero es un ruido mezclado con ésa reverberación absoluta de los aplausos y la fiesta del miércoles pasado. Un miércoles de ésos finos, tipo rola de Medeski Martin & Wood tocando con Soulive o Portishead (que saca nuevo disco, by the way).
Además, hoy martes, reviso unos escritos para un próximo librito de prosas, leo el único libro de relatos de Kundera con mucho entusiasmo; y le escribo puras chat-muladas a una amiga (hmm, ¿uruguaya?) que no me deja en paz.
Que predican en su contra.
Y los que mejor odian son aquellos
Que predican amor.
Cuidado con los predicadores.
Cuidado con los que saben.
Cuidado con aquellos que están siempre
Leyendo
Libros.
(Charles Bukowski)
A una semana de la presentación del libro "Sin Casaca", todo es muy distinto. Aunque la verdad, no tanto. La noche siempre es la noche, y el día no es tal día –cómo diría Roberto Monzón– es relámpago frugal de doce horas. Y aunque dan ganas de mar, siempre mar, también dan ganas de montar caballitos de carrusel y encaramarse en la felicidad del mundo; o en el torso bronceado de una italianita backpackeriana.
La noche casaquera, no tuvo italianas ni gringuitas ni alemanas; pero tuvo un toque exquisito de diversidad de gente que me amalgamó la vida a mí, y a otros tantos. La noche estuvo concurridísima, cómo nunca antes en una lectura o presentación de libro. Creo que las casacas las abrió Mills, Dardón y Payeras. Aquellos parece, según dicen, estaban curtiéndose de alcohol y bocas en El Granada muchas horas antes de la presentación; junto al recuerdo incesante de las enanitas gangbang, los apóstoles del pop, los chuchos violadores y uno que otro Barnie difrazado por Estuardito Prado, el maestro del antirelato flat. Luego bajo ése mismo tono de lectura o alcohol, fatuo y subversivo, les siguió Julito Serrano que concluyó bien-parafraseando un chat transcrito en su relato de choferes. De allí en adelante, todo fue sumamente extraño a excepción de Lorena Flores (a quien noté nerviosa con su relato de hombrecito/hermanito), Alejandro Marré (con su ángel taximétrico y salvador) y Luis Fernando Alejos (que precedió mi lectura con su relato corazonado) dance. Al final, opté por leer mis dos relatos y esperé la lectura de Alejandro Torún, que me pareció sobria y fina. Al final, salí a beber cerveza cómo se debe y hablé puras casacas con el torrente de mara que no dejaba de aparecer. Luego de un parito de gallos, nos cambiamos de bar con mi nena y la noche se puso galana –cómo le dicen–. Tanto que hasta terminé cantando/improvisando con una bandita de nombre “La Casaque Finé” en el bar de una amiga. En ése momento intenté improvisar Heroin de Velvet Underground pero me salió convexa la tonada y terminé Funeraleando Once a lo A.C. por culpa de las maltitas y los excesos.
Luego llegaron los after y los after-de los afters; ya ustedes se saben el resto de la historia.
Oh, sí! Sí! Sí!
Lo bueno, es que terminé tomando Jack Daniels, escuchando Pescado Rabioso y susurrando versos disidentes de Charles Bukowski en horas de la tarde el día jueves (Día Internacional del Trabajo). El viernes, fue puro descanso y el sábado antiguazo directo al centro de la montaña. Una montaña mágica (no de Thomas Mann precisamente) entre silencio infinito, fogata incesante, puros de marihuana y licor de café. El amanecer, otro tema, pero siempre despiadado y sublime. Ahora, martes. Mucho ruido, sí, mucho ruido de fondo. Pero es un ruido mezclado con ésa reverberación absoluta de los aplausos y la fiesta del miércoles pasado. Un miércoles de ésos finos, tipo rola de Medeski Martin & Wood tocando con Soulive o Portishead (que saca nuevo disco, by the way).
Además, hoy martes, reviso unos escritos para un próximo librito de prosas, leo el único libro de relatos de Kundera con mucho entusiasmo; y le escribo puras chat-muladas a una amiga (hmm, ¿uruguaya?) que no me deja en paz.