Love is the eternal toy that women pretend to give and men assume they receive
Friedrich Nietzsche
Desórdenes y arrebatos de odio por la madrugada frente al televisor encendido, sentado en el irremediable sofácama de la salita de estar. La ansiedad en stand by. La manía loca de querer hablar con el mundo entero en las sagradas horas de la puta madrugada. Chat inconcluso. Las insistentes dudas de ocio y amores postergados de última amonestación. Comedias románticas al filo del engaño y comerciales deportivos en vísperas del Mundial de Fútbol. Irreversibles noches de fiesta y ciento cincuenta dólares gastados en un solo fin de semana junto a la cerveza y el infinito alquitrán. Locas manías de pensar en lo que pudo ser, extrañas jurisdicciones del corazón. Trabajos insólitos de diez a cinco, lluvias de mayo, oscuros atardeceres en las venas, premoniciones de desilusión. Desencantamiento a secas: del amor. Inesperadas llamadas de inesperadas gentes, urgentes ayuntamientos y visados para el alma en plena abreviatura de pie de página y bifurcación. Cócteles paladares, canales diversos, países nórdicos y aparatitos para ejercitar el abdómen de la institución. Biscochos ingleses, tortas danesas, mazapanes alemanes en plena refrigeración y ¿por qué me está rimando esta indestructible proeza? ¿será la brisa? ¿será la sombra ya lejana, de un posible amor? Quise decir; ¡Oh, romántico y megalómano sexo! ¡Oh, dósis ineludible; brebaje cósmico! ¡Oh, preciados ritmos de Mars Volta y puro rockanrol! ¡Oh! ¡Oh! ¡Oh! ¡Uy!