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Abrazá al día
como si fuera tuyo.
Ahora que es tuyo,
hacé con el día todo lo que querrás.
Lleválo a pasear, sacálo de su tristeza
y soñá a su lado con días mejores como hoy.
Olvidáte del pasado.
Vivíte el día intensamente.
Hacé con él todo lo que se te ocurra.
Imagináte que es el último, y que además es tuyo.
Así que mirá películas tontas a su lado,
embriagáte de sueños, de guisquis y de poesía.
Regresá a tu casa bien tarde
con el día borracho sobre los hombros.
Y no olvidés que fue algo memorable. Sagrado.
O tal vez solo otro día menos en tu pequeña gloria de adioses.
*
Los tristes compramos libros compulsivamante.
Vemos en el mar el estruendo de toda la belleza.
Viajamos todo el tiempo.
No podemos quedarnos quietos.
Viajamos en libros, en miradas, en autopistas
que conducen tibiamente al vacío más exquisito.
Los tristes escuchamos música hasta el amanecer.
Allí, cabe toda nuestra felicidad y nuestra tristeza.
*
Los instantes de felicidad de un triste
son fuegos pirotécnicos
detrás de la mirada.
Son Andrómedas colapsando en el corazón y
son un concierto
de Chopin en la punta de los dedos.
Eso son.
Y otras veces solo son nubes que pasan a lo lejos pero cerca.
*
Abrazarse parejo,
con ganas y sin miedos,
como si abrazarse fuera un acto político.
Y un acto poético que en su interior todo lo contiene.
*
Yo lo que creo, tercamente,
es que el ecosistema de tus calzoncitos
combinaría perfectamente con la geografía de mis manos.
También creo, sobre todo en las noches,
que tu galaxia infinita podría ser succionada
por mis más melancólicos agujeros negros.
Por eso tenemos que vernos, palparnos,
hacernos sentir en cada roce y cada palabra pronunciada.
Decirnos, quizá, que estábamos hechos para este momento.