Del azur que es eterno, la serena ironía...
Con los ojos cerrados huyo, pero me mira
Stéphane Mallarmé
A veces veo al cielo
con la única intención
de encontrar respuestas
o nubes exquisitas donde perderme.
Las encuentro.
Las siento cerca.
Me quedo unos minutos
perdido en su mantra silencioso
de destellos luminiscentes y claroscuros.
Las siento cerca pero yo me siento lejos.
Eso me pasa
regularmente
entre intermedios
de galleta o cigarro
en el trabajo donde
estoy de nueve a seis
sintiéndome cerca pero lejos
de toda la gente que quiero.
Cuando salgo
horas más tarde
ya no hay nubes exquisitas
ni cielos azurosos a donde ver
y perder la mirada por instantes.
Todo es oscuridad
y tormentas eléctricas
que suelo grabar en la mirada por horas
desde mi ventana que da al negro horizonte
donde todo languidece de ternura y silencio.
Me pierdo.
Me vuelvo a perder
pero me siento vivo
y eso es lo importante.
Muchas veces
sentir algo puede ser lo contrario.
Muchas veces encontrar destellos
de tormentas eléctricas a lo lejos
puede ser fuego que vive dentro.
Algo así como sentir el choque eléctrico
que te paraliza y te deja quieto. Inmóvil.
Como una rola de Radiohead
donde la luz es exquisita
y es abrigo
y es cariño
que te salva de a poquitos.
Te ilumina el camino incierto.
Ese que habrá que caminar
entre nubes borrachas
trajines cotidianos
viajes necesarios
pláticas torpes
amigas tristes
y soledades
que huelen
a quimera.
A media noche sola.
A libro entreabierto.
A cigarro y buen sexo.
Mientras afuera algunos duermen
abrazados a su otra soledad
que tiene pies y manos,
besa rico y electrocuta
con las tormentas eléctricas
que sostiene en el epicentro
de sus ansiedades.
De sus miedos.