"Volvamos al principio sin conclusión alguna".
Vicente Huidobro
De nada sirve un abrazo
si en la profundidad
del deseo es un iceberg roto.
De nada sirve un orgasmo
si en la cama más indiferente
no explota como lisérgico en llamas y colores.
De nada sirve tu risa, amor,
si lo que pretendes es un adiós
estacionado entre los dientes.
Déjame contar un millón de estrellas
en tu cuerpo y prepararte el desayuno
cuando despertemos de este agujero negro que nos destruye y sueña.
No todo está perdido ni pegado con Resistol.
Esto es un abrir y cerrar de páginas voraces,
que se reinventan mientras fumamos Lights y escuchamos Radiohead a media noche.
La madrugada nos encontrará
viendo el reflejo de lo que fuimos alguna vez,
pero tú bien sabés, amor, que eso es un epitafio para días sombríos que no son nuestros.
Podríamos ver películas hasta que se nos derritan los ojos.
Podríamos
romper la mala racha.
Podríamos sobarnos los miedos.
Hacer poporopos. Deshacer la cama.
Podríamos, sí, hacer tantísimas cosas.
Esas que soñamos ya hace algún tiempo.
Vayamos al mar, al enjambre de la ternura,
tomemos vino de nuestras lenguas agrietadas,
lamámonos las heridas hasta que caiga el sol y la noche sea lenta.
Tú bien sabes, amor,
que cualquier atisbo de caricia
es más fuerte que todos los epicentros del drama y la distancia.
Juguémonos la vida. Hoy, mañana es tarde.
No puedo creer que dos personas que se quieren tanto
no se atrevan a destrozar los altares más solemnes de la desdicha.