viernes, 17 de septiembre de 2010

ARENA + A DOS PASOS

Hace algunas semanas, terminé de escribir un libro de poesía que se títula ARENA. Muchos pensarán en las bonitas y redondas delicatessens que se encuentra uno en el puerto, muchos pensarán en la arena negra, negrísima, de todas las playas de Guatebala y muchos pensarán en El Libro de Arena de Borges, que quizás si viene al caso. ¡Qué más da! Mi libro surge por lo sucedido con la lluvia de arena volcánica del Volcán de Pacaya meses atrás, pero, también surge por mi amor al mar -y a las delicatessens- mientras leía y releía Incurable de David Huerta, Ulises de James Joyce y ¡Qué viva la música! de Andrés Caicedo.

El recurso de la arena, fue sólo una provocación efímera sobre el discurso de que la poesía es efímera, al igual que cualquier felicidad o fatalidad en la vida cotidiana.

El libro, al final de cuentas, es un acercamiento a mi fascinación ineludible con "el tiempo", lo pasado, lo que se fue, lo que se escapa de nuestras manos como arena insolente y naturalmente espontánea. Los versos fueron encontrando su momento y me alucina compartir un fragmento del librito que me tiene muy contento y muy enarenado:



(página 18 y 19)

Arena somos.
Cúmulo de instantes,
previas conversaciones indelebles
con el universo de nuestros ancestros.

Arena somos.
Un mar de otras vidas nos regresa a esta muerte.


La vida fluye –quisieron decir algunos más portentosos–
pero este caminar pausado es sólo un síntoma adverso,
una amalgama triste, un dolor infalible,
una cancioncita bramando música rara en la radio,
una enfermedad punzante
y subestimada por las ganas cotidianas.
Muchas veces lloraremos lo perdido,
muchas veces nos pondremos tristes
bajo el altar de los impulsos
mientras la vida pasa. Pasa.

Pasa como un meteorito desde un universo paralelo
dejando ver su estela de futuros y promesas.

Muchas veces lloraremos lo perdido, otras veces, si,
sólo nos pondremos tristes a escribir cartas sin destinatario.


Eso me recuerda a Teillier,
que afirmó en uno de sus hermosos aforismos,
que vivir cansa
sentir duele y pensar destruye;
destruye cualquier cosa también: una balacera.


Anoche los ecosecos no eran por el rugido del mar,
sino por la pólvora de los cascabillos estallando
con sus dolores crueles.
Luego las bocinas de un Mazda,
escupieron una tonadita incierta del más sucio reguetón
por toda la negrura de la cuadra.

El dolor entonces,
es algo que transita y baila y gime.
Aquí no estamos a salvo, aquí ni en ningún suelo.

Yo tarareo canciones para difuminar los dolores.
Los colores.
Para mí que una duda es también negra,
negra como el luto que tratamos de esquivar, aquí o en cualquier parte,
negra como la tinta de un millón de partituras reunidas en una melodía.


Una bala está llena de arena de otras muertes.
Una bala es la antítesis de un poema, o quizás,
también son lo mismo
pero somos necios
y siempre queremos equivocarnos.



Por otra parte, mi último libro publicado: A DOS PASOS, es un libro que también sugiere un tópico similar a lo planteado anteriormente. Sólo que esto en prosa, cómo indicio de mi primer escrito narrativo, digamos "novela". Espero les guste. Aquí va un fragmento:



(página 23 y 24)

Yo no creo en Dios, no practico el I-Ching, ni me hago perforaciones en los pezones. A mi me gusta celebrar la vida en el universo, al lado de un buen libro o un buen disco de rock inglés, mientras las cifras de pilotos asesinados avanzan y me alcanzan y el deleite deja de conmoverme hasta paralizarme bajo una nube de gas, ocio o anfetaminas.

Los temblores de la década pasada son consecuencia de firmar documentos sin sentido ni respaldo. El ardor también es culpa de los victimarios. A mi me duele este país como le dolieron las balas a muchos familiares de los miles de desaparecidos. Vivir en este país es pregonar el hambre, corromper la vida, manifestar contra el olvido, hacer revoluciones con muñequitos de plástico, jugar al escondite diario y pretender que nada pasa porque todo está bien mientras Miami, Carretera o la Zona Viva no se derrumben por aniquiliamiento propio o masivo. Vivir aquí, rodeado de inútiles egoístas es un dolor de huevos, una migraña de ovarios, una bomba nuclear que nunca estalla en la memoria. Vivir aquí es una eterna bomba de tiempo. Vivir aquí es una falta de respeto diario. Vivir aquí, ¿qué es vivir aquí?


Vivir en este país
es estar a dos pasos de la muerte.
Los autobuses deberían ser pintados de negro.
Vivir en este país
es estar a dos pasos de la suerte.
 
Malditos sean todos
todostodos
(los que digan lo contrario)