La lengua ya no sirvió, más que para colgar del pecho como corbata decente. (Robeto Monzón)
Hay poesía en las Rhinos, en los Reebok, en los Pumas que golpean el asfalto de la desdicha, hay mala acentuación en los semáforos del sufrimiento. Hay políticos políticamente correctos, hay banderitas verdes y naranjas, hay Octubres Alfabetos. Caer no es levantar las manos y entregar el sueldo. Tampoco es fingir un encierro cotidiano de 8 a 5. Caer no es caer, es amalgamar los buenos versos e interceder por los malos hasta amansarlos con tinta vida sobre el comal del presente. La poesía, decía alguien, es esa mano que asalta el corazón sin dejar rastro de sangre. Pero también es costra, y pica. Y sangra.
La poesía entonces, también habita en los enjambres de la monotonía más ridícula, más infame, menos dulce. En fin, la poesía, la poèsie, la poèsie.
Los lujos más ‘correctos’ se acarician los sexos detrás de las puertas del baño del Palacio de la Sabiduría o el Palacio del Portalito. Los versos más honestos llevan sobremesas y excesos y putas vírgenes jugando en el huracán de las delicias. Hay poesía, entonces, aún hay poesía. Y puntos suspensivos, y Once Relatos Breves y Conversaciones de la Sicosis. También hay abundancia de retórica, hay paradojas, hay sueldos mínimos, hay sobrepeso. Pero la metáfora supone, en este caso, una sentencia de arritmias y verdades precoces. Sagradas. Efímeras. Insolentemente hermosas cubiertas con Chocochip, Insinuación y Ácido Lisérgico.
Hay poesía, también, en las azoteas del olvido. Hay olvido. También hay poemas que se archivan en la voludez del recuerdo, hay Indita y humo y Kuto y bocas malas; hay sombras agitándose en la lucidez del alba, hay fogonazos de miedo en cada rincón del poema.
Hay poesía, claro. Hay Juan Pablo Dardón y Javier Payeras.
(Texto escrito para la lectura "Poemas para Archivar" con Javier Payeras y Juan Pablo Dardón en el Café TerceraLuna, Octubre del 2007)
La poesía entonces, también habita en los enjambres de la monotonía más ridícula, más infame, menos dulce. En fin, la poesía, la poèsie, la poèsie.
Los lujos más ‘correctos’ se acarician los sexos detrás de las puertas del baño del Palacio de la Sabiduría o el Palacio del Portalito. Los versos más honestos llevan sobremesas y excesos y putas vírgenes jugando en el huracán de las delicias. Hay poesía, entonces, aún hay poesía. Y puntos suspensivos, y Once Relatos Breves y Conversaciones de la Sicosis. También hay abundancia de retórica, hay paradojas, hay sueldos mínimos, hay sobrepeso. Pero la metáfora supone, en este caso, una sentencia de arritmias y verdades precoces. Sagradas. Efímeras. Insolentemente hermosas cubiertas con Chocochip, Insinuación y Ácido Lisérgico.
Hay poesía, también, en las azoteas del olvido. Hay olvido. También hay poemas que se archivan en la voludez del recuerdo, hay Indita y humo y Kuto y bocas malas; hay sombras agitándose en la lucidez del alba, hay fogonazos de miedo en cada rincón del poema.
Hay poesía, claro. Hay Juan Pablo Dardón y Javier Payeras.
(Texto escrito para la lectura "Poemas para Archivar" con Javier Payeras y Juan Pablo Dardón en el Café TerceraLuna, Octubre del 2007)