Traté de incendiar mi noche apresuradamente y salí caminando a lo Bob Dylan del restaurante donde había comido un delicioso filete de tiburón. Crucé por la Séptima y me dirigí a un conocido lugar donde la música es buena, puro New Wave inglés ochentón. El place, estaba abarrotado de nenas lindas pero tontas, mucho tabaco quemado en todas sus denominaciones, uno que otro músico borracho (o prendido) y un excitante y lujurioso reguetón. Al llegar a la barra, entre incómodo y consagrado, me decidí por beber Scotchs sin hielo; cómo lo haría en su momento Jim Morrison o Axel Rose. Luego del tercero y sin la menor duda, me puse a platicar con una chiquilla de nombre Loren. Llevaba el pelo suelto, rubio. Fumaba como desquiciada y de vez en cuando se colocaba la mano en la cadera sobre la minifalda rosa. Sus botas sí que eran todo un paquete. Estaban divinas, pero divertidas. Cada cuanto que le ofrecía fuego, le observaba inquisitivamente un pequeño tatoo que tenía en el hombro derecho. Ella me decía cosas, pero no le entendía. Tenía acento de otra parte, de otro mundo. Ella me habló de Diego Torres, Belinda y Manu Chao. Después de un rato, me desesperé y seguí indagando. Los gustos eran terribles y temibles. La noche, en todo caso, no iba para nada mal pero tampoco iba para todo bien.
Escuché cristianos comentarios de Juan Luis Guerra, me enteré del tamaño de las tetas de Fergie, de las manías obsesivas de Camilo Sexto y hasta de los gustos sexuales de Don Omar. También logré escuchar anécdotas inéditas de Nirvana, uno que otro chisme alucinante de Belanova y Plastilina Mosh, curiosidades perversas de Molotov. Luego, por un momento me volví a desesperar; pero insistí. Algo así como viajando en el Voyager de Daft Punk.
En esas del ruido contemporáneo y la calentura reguetonera, me topé con A. Un músico amigo que se puso hablar de su futuro disco y del último disco de Thom Yorke. Como de costumbre, los músicos son un poco melosos pero amenos en su plática musical. Platicamos tendido desde Rage Against The Machine hasta El General. Después de un rato, pedí dos dobles y una chiquilla se puso a cantar en mi oído (borracha), una de José José. Me deleité con su fragil pero desesperada voz. Y así, terminé en el baño contradiciendo a Tom Waits. Al salir, me encontré con una tipa que sabía de Ultravox, Tears For Fears y Duran Duran. Y para colmo, eran su religión. Platicamos un rato y salimos juntos a respirar un poco de aire. Después de un rato me desesperé.
Cuando estaba por irme, le susurré al oído una de Joy División pero con arrreglo musical de Jamiroquai. No mucho le gustó, creo que estaba en su etapa Talk Talk. Se despidió con un beso, me dio su número de teléfono y se decidió por entrar. Yo, por otra parte, hice una llamada y hablé con K.
Me dijo donde estaba, salí corriendo y cuando estaba lejos; encendí (cómo de costumbre) un faso para despistar.
Escuché cristianos comentarios de Juan Luis Guerra, me enteré del tamaño de las tetas de Fergie, de las manías obsesivas de Camilo Sexto y hasta de los gustos sexuales de Don Omar. También logré escuchar anécdotas inéditas de Nirvana, uno que otro chisme alucinante de Belanova y Plastilina Mosh, curiosidades perversas de Molotov. Luego, por un momento me volví a desesperar; pero insistí. Algo así como viajando en el Voyager de Daft Punk.
En esas del ruido contemporáneo y la calentura reguetonera, me topé con A. Un músico amigo que se puso hablar de su futuro disco y del último disco de Thom Yorke. Como de costumbre, los músicos son un poco melosos pero amenos en su plática musical. Platicamos tendido desde Rage Against The Machine hasta El General. Después de un rato, pedí dos dobles y una chiquilla se puso a cantar en mi oído (borracha), una de José José. Me deleité con su fragil pero desesperada voz. Y así, terminé en el baño contradiciendo a Tom Waits. Al salir, me encontré con una tipa que sabía de Ultravox, Tears For Fears y Duran Duran. Y para colmo, eran su religión. Platicamos un rato y salimos juntos a respirar un poco de aire. Después de un rato me desesperé.
Cuando estaba por irme, le susurré al oído una de Joy División pero con arrreglo musical de Jamiroquai. No mucho le gustó, creo que estaba en su etapa Talk Talk. Se despidió con un beso, me dio su número de teléfono y se decidió por entrar. Yo, por otra parte, hice una llamada y hablé con K.
Me dijo donde estaba, salí corriendo y cuando estaba lejos; encendí (cómo de costumbre) un faso para despistar.