Los lunes tienen una tendencia chill reggae que los hace moverse lento, muy lento. Los lunes permanecen aparcados en los calendarios, cómo fantasmas inevitables del laburo y la corbata. Hay una insistencia de gente que anda cómo new born/sonámbula por la calle. Las máquinas expendedoras de snacks y gaseosas se comunican con nosotros por medio de códigos bizarramente extraños. Las palabras en sí, los lunes, son todo un souvenir colmado de silencios y recuerdos del weekend. Hay una arritmia insolente de píxeles, que realmente no tiene prisa por conquistar el mundo. Las palabras flotan en el aire, tal cual recordatorio de llamadas por operadora; flotan cómo éter persuasivo y solitario entre los rigurosos ritos del tabaco, el almuerzo y la visita. Las palabras dejan de ser exclusivas; los lunes. Las palabras vuelven a ser; anémica y lunáticamente prescindibles.
