Una vez estuve en la cárcel, organicé un coro de reos que cantaba a Brahms en el patio. Allí comprendí que los libros se escriben cuando no estamos escribiendo. (De SoledadBrother, Javier Payeras)
En días como estos,
abundan las soledades de tamal, ponche y villancico.
Hay adioses, aparcados en parcas vastedades;
cómo preservativos sometidos dentro del bolsillo.
Hay intensos dolores de muela,
que vuelven constantemente a medio orgasmo;
entre el apacible sueño y el descanso fulminante de las doce en punto.
En días como estos,
es inevitable pasearse
en las alacenas del recuerdo
y encontrarse con bombas nucleares e internacionales;
con nombres de actor famoso
de comedia romántica -dos cuartos de drama-, trillada de Hollywood.
En días como estos,
hay puestos de revista colmados de sueños;
hay mal advertising, hay Dioses Mudos con cara de hastío.
Hay pirotecnias extravagantes.
Hay uvas y relojes, hay soberanos cristianos reproches.
Hay cartas colmadas de infantiles promesas, también hay elegancia.
Hay modernos supermercados atestados de solitarios vagabundos,
hay familias sonrientes paseando la anémica tristeza insolente.
Hay buenas rachas, hay despilfarro, hay olor a muchedumbre
y también hay esperanzas de pasillo envueltas en papelito de regalo.
Hay prestaciones a largo plazo,
hay inmundicia tejida con red & white cotton.
En días como estos,
hay nieve demasiado real y hay otra sumamente ficticia.
También hay olvidos estacionados en las terminales aéreas;
y también hay soledades disfrazadas con boleto en mano.
Hay bufandas envueltas en cuellos, lunares y nombres pasajeros.
Hay bares repletos de cuentas por pagar
y hay excesos de llamadas por operadora.
También hay ruido,
multitudinario ruido con formas y colores a la orden del día.
En días como estos hay incesantes matanzas de pavo y billetera.
En días como estos,
hay nuevos miedos con deudas posparto,
hay abecedarios escondidos en las Casas de Cambio, hay contrabando.
Hay regalitos por doquier y palabritas sueltas y tibios abrazos.
Pero sobre todas las cosas; en días como estos,
hay sueldos mínimos, hay hambre; hay santa hipocresía, hay sobrepeso.
En días como estos,
abundan las soledades de tamal, ponche y villancico.
Hay adioses, aparcados en parcas vastedades;
cómo preservativos sometidos dentro del bolsillo.
Hay intensos dolores de muela,
que vuelven constantemente a medio orgasmo;
entre el apacible sueño y el descanso fulminante de las doce en punto.
En días como estos,
es inevitable pasearse
en las alacenas del recuerdo
y encontrarse con bombas nucleares e internacionales;
con nombres de actor famoso
de comedia romántica -dos cuartos de drama-, trillada de Hollywood.
En días como estos,
hay puestos de revista colmados de sueños;
hay mal advertising, hay Dioses Mudos con cara de hastío.
Hay pirotecnias extravagantes.
Hay uvas y relojes, hay soberanos cristianos reproches.
Hay cartas colmadas de infantiles promesas, también hay elegancia.
Hay modernos supermercados atestados de solitarios vagabundos,
hay familias sonrientes paseando la anémica tristeza insolente.
Hay buenas rachas, hay despilfarro, hay olor a muchedumbre
y también hay esperanzas de pasillo envueltas en papelito de regalo.
Hay prestaciones a largo plazo,
hay inmundicia tejida con red & white cotton.
En días como estos,
hay nieve demasiado real y hay otra sumamente ficticia.
También hay olvidos estacionados en las terminales aéreas;
y también hay soledades disfrazadas con boleto en mano.
Hay bufandas envueltas en cuellos, lunares y nombres pasajeros.
Hay bares repletos de cuentas por pagar
y hay excesos de llamadas por operadora.
También hay ruido,
multitudinario ruido con formas y colores a la orden del día.
En días como estos hay incesantes matanzas de pavo y billetera.
En días como estos,
hay nuevos miedos con deudas posparto,
hay abecedarios escondidos en las Casas de Cambio, hay contrabando.
Hay regalitos por doquier y palabritas sueltas y tibios abrazos.
Pero sobre todas las cosas; en días como estos,
hay sueldos mínimos, hay hambre; hay santa hipocresía, hay sobrepeso.