Distingo un poema
de cuatro o cinco continentes,
recostado y desnudo sobre la cama.
Él duerme. Él improvisa entre el sueño.
Yo no puedo irrumpir su bendito descanso.
Yo sólo camino, inquieto;
doy vueltas irremediables y fumo en mortuorio silencio.
Bebo vodka barato y pienso en tibios nahüales anémicos.
Yo solamente me paseo por el cuarto oscuro de la desdicha;
me paseo sin acento fotográfico, me paseo sin asunto periodístico.
Voy vestido con poca ropa mientras enciendo otro cigarro
y logro distinguir el puto frío irremediable
que produce el vacío desde el corredor a la sala, y viceversa.
Luego me detengo frente a la habitación
donde supuestamente yace la poesía del impetuoso éxtasis.
Me acerco al umbral de la puerta, precipitándome.
Le sonrío temblando, ajeno.
Le observo inquisitivamente,
y sin nada de mala o buena gana,
le arrebato su imperativo ascenso.
Allí está él, tremendo.
Nada vanidoso. Humilde.
En medio de un descanso de Morfeos analfabetos.
Susurrando inconscientemente no sé qué cosas.
Puntual.
Temible.
Pequeño Dios cubierto de felpa king size.
Soldadito sin balas de acero inoxidable.
Él, con su futuro tesoro entre las ingles.
Con su vaya manera de incendiar el alba.
Por momentos,
cuando regreso a escribir éste anecdótico autobioplagio;
siento que él en su pacífico sueño
me telepatiza transoceánicas metáforas
con olores a cetáceo, plancton o marea.
Pero muy en el fondo me contengo y callo,
dejo de escribir y pienso meditativamente –como se debe–;
que bajo ninguna razón, motivo o abogacía
debo yo nombrar esa semiótica metáfora empírica
que solamente él conoce continentalmente, pero;
a pesar de todo
yo no dejo nunca mi eufórico discurso contemplativo,
pragmático,
lírico y descriptivo.
Enciendo otro cigarro.
Entonces,
todo se convierte en una arritmia incoherente;
todo adquiere otro sentido mientras él duerme (mi verso).
Y yo para entonces
empiezo de nuevo a escribir
con mi manera insólita y sorpresiva y redundante;
pero vuelvo a pensar en él
y en su abundante atlántico descanso.
En su felicidad somnífera y ridícula
que efímeramente se convertirá en apacible real incertidumbre.
Vuelvo a la página, cuasiblanca,
y trato de seguir mis asuntos literarios
con responsabilidad y destreza, pero me distraigo.
Lo veo pues, resurgir del isalvable descanso.
Me veo pues, va pues;
retomando mis asuntos diarios mientras voy pensando:
¿Será que en su anémico silencio oscuro;
no sueña con Troya, Iztapa, Madagascar o Atlantis?
¿Será que sí pueden conectarse
los hilos de mi avidez con su presagio mudo y expiatorio?
¿Será que en medio de esta aliada soledad,
podremos construir una verdad insolente de inexpertas experiencias?
¿Será que sí lo despierto, de ése su sueño tan tristemente enfático;
nos embarcaremos en un abismo sin logísticas de reversa y cambio?
Al final, nothing really matters.
Sólo heaven knows i'm miserable now.
One space, then smile. Va pues, ve pues.