jueves, 29 de junio de 2006

Experimento Cinco Punto Cinco o 5½, digo 5.5

A Mía Pequeña Farah,
por provocarme escribir




Las horas las veo venir con su dialéctica morbosa y los días, se me disuelven entre las fosas nasales; mientras me paseo por las librerías apetecibles o por el Centro Histórico de mis sueños leyendo novelas toscas, viviendo maníacodrepesivas noticias de última amonestación. Aparte, que a esta Neo Nostalgia Premeditada Pop de ritual y de vagón; no le fluye una mejor suerte de amuleto sí aún; me siento en la mecedora del patio y enciendo el radio. Y suenan las mismas proféticas y pretéritas canciones de la mala intención. No estoy hablando de Vilma Palma y sus Chocodrilos, la Technotronic, Mr Vanilla Ice o El General.

Entonces, en lo que preparo el desayuno y ayuno; vuelvo la mirada al centro de la caja de álbumes de la alacena (quise decir closet) y a lo lejos, unos pajaritos azules que revolotean en simétrica convicción e ilusorio encanto; cantan y silban el Orphée aux Enfers de Offenbach con persuasiva y jocosa sutileza. Toda la atmósfera, entonces, adquiere una indeleble y sinuosa provocación. Así, entre el repicar constante de las chiquitas y sublimes notas de los pequeños pajaritos; voy desdibujando por sobre todas las cosas, un último vestigio de soledad entre la alfombrita de mimbre y el cenicero turquesa con madero de la salita de estar. Ya luego, mientras voy dileando con las protuberancias exóticas de mi tristeza, me recontra y ultracontra interpongo con la silueta anémica de mi catarsis abismal. Todo eso, sobre el Pentatétrico Modular Neo Diván. Nunca mencioné nada de Dr Freud, 'nasty' Klein, 'mystic' Jung o 'skinny' Lacan.


La noche, luego; se manifiesta en mis pasos de ridícula muerte y alfabeto, con líneas blancas y cubos esotéricos que parecen sacados del último comercial de Fashion TV. Enciendo, luego cigarros, en bares. Conozco nenas, me guiñan el ojo. Se levantan la falda, me muestran sus calientes fatalidades. Les muestro mis dedos, mi abdómen, mis labios. Me aburro de tanto entusiasmo. Me saludan toditos los putos artistas de la 'contemporánea faena actual'. Me violan en los baños, los colmillos de la sabia muerte. Lobos austeros, todos austeros. Las botellas de Whisky chillan mi nombre y, la música gira alrededor de mi atuendo Funky Melómano Güayaba Pop pero la risa; dice la maniquí del fondo –con su gris verdusca chaquetita Guess–: "hay cómo me gusta tu risa... poeta". Le sonrío once veces. Me menciona que tiene un tatuaje de un conejito caliente jugando en la entrepierna, pero nunca menciona; nada de Arturito Rimbaud, o Hank Bukowski, o Cesarín Vallejo o Tribilín Pound.

Entonces llegan las horas de la madrugaay y las solteras perversas invitaciones envueltas en VIP, MDMA y viajes de semen, piruetas antropomórficas y puro blanco musicón. Yo continúo, aburriéndome de espanto entre las geografías cósmicas de las bailarinas sexóticas. Las platiquillas se vuelven insoportables. Yo sólo pongo las canciones en los Walkman (digo iPods) y me desaparezco con una blondie mientras suena Blondie del otro lado de la habitación. Ellas y ellos acercan sus labios, sus cuerpos, sus partes. El vino, a Dionisio. Y al César lo que es de todos pero a Dios, la cuenta (la de los ojos rojos). Luego los diablos con sus diablas, hacen una orgía madrumaratónicamente sobre la alfombra, espejo o viceversa de cualquier apartamento o lugarcito de la ciudad. Y la vida, por más que me lo digan, no es un Transgénico Burdo Comercial de Seguros El Roble. Ni tampoco, una Temible e Ilógica Benevolente Polaroid Con Locura Extraordinaria pero la madrugada. Sí, la madrugada de mis más vanguardistas y maléficos días donde todo es soledad, drogas y rockanrol me va desplazando. Y luego, mientras mi cuerpo se cansa y planeo a Neruda en reverso (por aquello del descanso de piedras o de lana); la encuentro a ella, brujísima & diva, pequeña & precisa. Y toda vestida de Maga Princesa Hechicera me dice: "hay Pablito... necesitamos una limpia".



Y yo, escuchando Brahms, le hago completamente caso.