domingo, 25 de diciembre de 2005

Great big lie

La noche que Catalina se cruzó con Pedro Cruz en el estacionamiento del centro comercial, unos chicos que conducían un Honda Civic negro con spoilers anchos, aros de cromo, vidios tintados y excesivas stickers con figuras extrañas y logos indefinidos cruzaron frente a ellos mientras ellos, sin entenderlo mucho, platicaban de cosas triviales como el clima, la Facultad, las recién abiertas nuevas discotecas de la ciudad y hasta los nuevos antidepresivos. Catalina, perpleja por el ruido del woofer y/o el escape y Pedro, por las ruedas de 18 pulgadas de cromo inminente y/o las luces halógenas delanteras del auto; se despidieron no sin antes intercambiar sus números telefónicos y quedar en mutuo acuerdo para reunirse 'uno de estos días' para tomar un cafecito.

Luego Catalina, se dirigió a su auto, un hatchback sencillo color blanco, sin stickers ni spoilers pero con estereo, para cassettes; y condujo hacia su apartamento de la 20 calle cantando eufóricamente Last Night de los Strokes que salía de las minúsculas bocinitas. Otra vez, se sentía completamente sola.

Entró al apartamento, encendió las luces, dejó las compras en la cocina y tapó a los canarios. Limpo y Faso, cantaron sigilosamente mientras la manta azul a cuadros cubría la jaulita de alambre. Ya es tarde, pero bueno que ya estoy en casa; pensó mientras fumaba en soledad un Marlboro en el fondo del patio viendo las estrellas. La luna, permanecía inmóvil, tal cual cómo la otra noche.