A Javier, Juan Pablo y Eduardo
I
Un lunes
como hoy,
sales de tu casa
llegas al trabajo
firmas documentos
te entretienes viendo
a la gente ir y venir,
de un lado a otro sin mayor remedio.
Lees las noticias, te deprimes, te entusiasmas.
Sientes que todo vuelve a empezar
y que los círculos eternos de la vida
son promesas abiertas
autopistas desoladas sin fin
nuevas cajetillas de cigarro
respuestas de correos lejanos
nuevos tickets de parqueo
proyectos incandescentes
a los que pones todo tu empeño, tu fuerza y tu fé.
Sabes que nada está perdido.
Te sientas a beber café,
y a esperar.
II
Los lunes pareciera que son iguales.
Un muchacho de rostro quejumbroso
me observa desde una parada de autobús.
Pienso que él y yo somos distintos,
que no hay manera de medir nuestra mediana soledad.
Benditos sean los lunes.
Benditos sean con sus cruces impávidas,
con sus dolores ajenos y sus extraviadas pesadumbres.
Benditas sean las aves que cruzan el cielo de todos los lunes.
En ellas la esperanza se desnuda y resplandece.
Un brillo de otros universos se queda detenido en el aire bajo sus alas.
Una ventana se abre y otra se cierra. Todo vuelve a florecer, de nuevo.
Salimos a la calle a entrever la deformidad y el infinito de la palabra.
El día es lento, como un acetato mudo. Exacto. Dócil. Breve. Puntual.
Todo me hace sentido detrás de esta soledad errante. Todo florece.
Todo es luminiscencia.
III
M juega con sus caracolas tristes de ida al trabajo.
Dos maniquíes la observan desde la ventana del centro comercial.
Cualquier ciudad es una página abierta, un resurgir, una promesa.
El día es una quimera encendida, las horas son torpes.
Qué felicidad es recibir noticias sinceras sin esperar.
La tarde puede ser cualquier cosa, un vacío, una tibia sorpresa.
Desde el fondo del día ves a una niña correr
sosteniendo un helado de mandarina. La felicidad es un cítrico.
Sabes que los lunes son un jardín sin bifurcaciones,
una certeza y un espejismo al que le entregas tu verticalidad.
M toma fotos del paisaje, es de un azul profundo. Intacto.
Sales y entras de la calle como sí el cielo fuera tu habitación.
Sólo el cielo es infinito. Todo dolor siempre tiene un fin.
Las solapas del traje militar se desvanecen.
Los elásticos del calcetín pierden su entereza.
Sientes una euforia en el epicentro del estómago
y los titulares de prensa resultan ser pulsiones delgadísimas
que poco a poco se disipan entre el humo del cigarro.
Compras un helado de chocolate y no te sientes tan ajeno o distante.
M juega con sus caracolas sonámbulas y se recuesta a leer.
Sabe que los lunes son una estrella a la que le ha nacido una nube.
Una certeza. Un hola y un adiós.
SOUNDTRACK:
Gustavo Cerati - Nací para esto
The Smiths - Bigmouth Strikes Again
Rubén Blades - Prohibido Olvidar