De la impávida mañana surgieron los anónimos encomios, las fantasías melómanas, los tibios arrebatos y poco a poco se fueron desprendiendo de las sigilosas horas, los furibundos aullidos de la inevitable tormenta. El silencio, inerte cómo una sombra, confabuló infinitas promesas sobre el ávido asfalto donde caían inadvertidos cientos, quizás miles, de marrones insectos somnolientos. Éstos volaban, ciegamente abstraídos en su ambivalente enjambre de promesas versadas a la antigua. Yo los vi caer en su infinito hechizo de quisquilloso manierismo. La caída libre, provocaba en la mañana, una olvidada representación en los taciturnos nidos del más volátil recuerdo. El rocío palpitaba sobre la melancolía arbórea. Las palabras diminutas, brotaban acuosas de ensoñación sobre el horizonte más límpido. Las bolsas de nylon, acopiaron su frágil recurso de ventisca alada. El algodón de paca, resguardó mi tembloroso cuello con su infinita fórmula de perpendiculares cromáticas. Las miradas curiosas no tardaron en llegar y un fulminante -y monstruoso- rugido de motocicleta, irrumpió la recolecta. Los restos de la mañana, aún cargada de rocío, quedaron esparcidos por todo el grisáceo y mundano asfalto. Una tonadita de Enrique Iglesias en el subwoofer de mi vecino, me hizo pensar en noticieros matutinos, horarios chinos, secuestros epidémicos, transportistas públicos, primicias matutinas. Maldita gasolina.
Por otra parte, me hizo honrar las más íntimas e imprescindibles Lecturas Menores de mi bróder, la provocación más austera Monitoreando las editoriales extranjeras; y las sagaces siemprebienvenutas Suave Chapinas del otro compadrito. ¡¡Salú puee!!
Salú con tortilla y zompopo.
Por otra parte, me hizo honrar las más íntimas e imprescindibles Lecturas Menores de mi bróder, la provocación más austera Monitoreando las editoriales extranjeras; y las sagaces siemprebienvenutas Suave Chapinas del otro compadrito. ¡¡Salú puee!!
Salú con tortilla y zompopo.