a E,
Te doy
una plegaria nocturna
para que no te hundas,
en las arenas movedizas del sueño.
Te doy
un crucifijo roto
para que no despiertes del sueño,
pensando en no se qué cristianas barbaries.
Te doy
esta brevedad de tibiezas,
para que el frío osado de la mañana
no te congele las cruciales felicidades.
Te doy
esta caricia y esta cautela,
para que no desenfundes tu malicia
en páginas furtivas de odio y miedo.
Te doy
estas horas y este amuleto de silencios.
También te doy esta píldora de honestidades
y este sudorcito de versos sin manierismo.
Por último
te doy esta vigencia, este rito ajeno,
esta valentía sin inundaciones próximas
en el evidente porvenir de los fugaces abandonos.