Soñar en tercera persona. Palpar el lecho del delirio. Alucinar las caricias del súbito. Implorar cómo un mendigo algunas impudicias fetichistas. Maniobrar la lengua en los rincones del absurdo. Transpirar recuerdos incompletos. Padecer de insomnios crucifijos. Salvaguardar las melenas del caos. Arremeter contra las espaldas erguidas del deseo. Confeccionar orgasmos en la punta del párrafo. Vencer los lutos del silencio. Articular minutos sobre horas imposibles. Maquilar proezas en la piel. Recordar los fonemas implícitos de la madrugada. Sucumbir frente al vacío. Tolerar los tibios excesos del cuerpo. Dormir la mente cómo un santo melómano, irremediablemente.