Palabras colmándose de miedo, estrangulando la felicidad que aún flota sobre el paladar del silencio. Sábanas discordias con olor a amor muerto. El esqueleto del alba fumándose las ganas. La soledad revuelta en píldoras, cincuenta miligramos de sueño. Almohadas prefechadas con humedad de quimera. Alborotos en el aire, muchedumbre afuera. Libreras ensimismadas de abrigo, paredes legales, fosforillos abiertos al diálogo, sicóticas ansias removiendo el desierto del miedo. Ligeras primaveras en la mano de Dios, ropita interior, redondas las tetas llorando morfemas. Cenizas de bulto, uñitas de risa, Old School Rock en el congelador; cielo en gotas. Ellemo.
Restos de piel sobre la hoja en blanco. Murmullos de agenda, escalofríos pensando, música en la pantalla. Tristes y sonámbulos mensajes de texto, palabrería fina saliendo del horno de la cremallera.
Mentiras desdibujándose en el cigarro. Tibio mayo. Transporte pesado de recuerdos. Amargo sabor en la garganta de la espera. Nudos, puños, olfato, cabello. Serenidad de luto, austeridad en celo.
Borbotones de anhelo en la quijada. El labio roto por los dientes desacuerdos. Los verdes ojos en llanto, amalgamándose de soliloquio turro. La tarde eructando infinitas mariposas. La llamada en espera, perdida en la razón del silencio; el horizonte bailando en telegramas tintos. La rodilla dolida por saltar los pretextos, la miel en el sexo, la caricia en la excusa, el error en los dedos. El terror de la dulce bailarina en el diario. La mirada en la nada. La espuma evaporándose bajo el murmullo impreso del amor intenso. La saliva cansada de soñar princesas, lunas. La saliva cansándose. La saliva.
Cuarenta decibeles de felicidad compartida. Ochenta páginas de la novela rosa, aquamarina, asoleándose sobre la arena del vacío. Cuadrilátero de amor vencido, calientes verdades a la hora de la sorpresiva alquimia. Guión teatral en la punta de los dedos, hastío de copas ultrajándose los calendarios. Humedad reconfortante, cuadrito al óleo de la marea alta, invisibles gygabites de olvido. Académicas caricias y tacones y amuletos. Larga distancia en sueños, digitales fonemas, redonditos los huevos, imposibilidad de acero.
Restos de piel sobre la hoja en blanco. Murmullos de agenda, escalofríos pensando, música en la pantalla. Tristes y sonámbulos mensajes de texto, palabrería fina saliendo del horno de la cremallera.
Mentiras desdibujándose en el cigarro. Tibio mayo. Transporte pesado de recuerdos. Amargo sabor en la garganta de la espera. Nudos, puños, olfato, cabello. Serenidad de luto, austeridad en celo.
Borbotones de anhelo en la quijada. El labio roto por los dientes desacuerdos. Los verdes ojos en llanto, amalgamándose de soliloquio turro. La tarde eructando infinitas mariposas. La llamada en espera, perdida en la razón del silencio; el horizonte bailando en telegramas tintos. La rodilla dolida por saltar los pretextos, la miel en el sexo, la caricia en la excusa, el error en los dedos. El terror de la dulce bailarina en el diario. La mirada en la nada. La espuma evaporándose bajo el murmullo impreso del amor intenso. La saliva cansada de soñar princesas, lunas. La saliva cansándose. La saliva.
Cuarenta decibeles de felicidad compartida. Ochenta páginas de la novela rosa, aquamarina, asoleándose sobre la arena del vacío. Cuadrilátero de amor vencido, calientes verdades a la hora de la sorpresiva alquimia. Guión teatral en la punta de los dedos, hastío de copas ultrajándose los calendarios. Humedad reconfortante, cuadrito al óleo de la marea alta, invisibles gygabites de olvido. Académicas caricias y tacones y amuletos. Larga distancia en sueños, digitales fonemas, redonditos los huevos, imposibilidad de acero.