miércoles, 2 de agosto de 2006

VII (confessionis)

Aún si digo sol y luna y estrella me refiero a cosas que me suceden.
¿Y qué deseaba yo? Deseaba un silencio perfecto. Por eso hablo.
(De Caminos Del Espejo, Alejandra Pizarnik)






Digamos que fui,
cementerio de cánceres
anaquel de oscuridades
ruleta rusa sin rusas pretensiones
felicidades de domingo
tibio deseo y erecto olvido sin parquímetros de compromiso;
dulcísimo chupete de teta madre.

Broma elitista de mediodía
conjuro de olores y desdichas
almuerzos inconclusos
horarios fijos con buena paga
traidor de la justicia e inolvidable vagabundo,
innovador en la literatura
y solitario y mudo; tremendísimo juez cómplice y obligatorio.


Digamos que fui,
eso que no se debe
pero que piden en las reuniones de vanguardia y ahora;
que tengo que recurrir al disparate
de nombrar mis más obscenas fatalidades
y mis más tendenciosas fórmulas de alfabeto
sólo soy proezas epidérmicas y una que otra felicidad efímera.

Pero tengo este presente
y esta sonrisa solemne,
para desquiciarme las dudas
y alimentarme de cielos mandarina;
en este ritual curriculum itinerario
de versitos bien logrados
y conversaciones nocturnas al filo del éxtasis.

Con y sin amonestaciones para juegos póstumos.
Con y sin divergencias estrambóticas de último momento.

Pero sí un pasaporte para cruzar el alba, y una verdad de urgencia;
y un ticket de parqueo para estacionar mis dudas, en medio del silencio.