lunes, 30 de noviembre de 2015

ALGO MUERE Y NACE en nosotros cada día

Hace un año, perdido y vencido en el Kilómetro 166 de la Cumbre de Alaska, sentí el vacío de una vida inconsciente, sin propósitos ni compasión. Un año después, ese vacío insolente y lacerante es una promesa para tiempos mejores que poco a poco se van llenando de sólo cosas buenas, conscientes y necesarias. Aquí les dejo algunos poemas finitos, breves, para intentar disipar esa furia y ese dolor... que apenas hace dos meses, entre la turbulencia terca e insensata de la cocaína, volvió a pasar factura y estruendo que me hizo buscar una transformación severa y poética. Por eso, a manera de agradecimiento con la vida y con los que me rodean, sigo buscando esa paz y esa limpieza de lo terco e innecesario. Por eso escribo, para borrar lo anémico y despertar con la certeza de vivir mejor cada día. Para ser mejor persona, pues, sin tanta paja.



1.

Romper
el hábito
no es lo difícil.

Lo difícil está en mirar atrás,
a cuestas del llanto inevitable
y el sufrimiento que truena
como un alud interminable.

Después de todo eso,
que es difícil como ardor
de herida abierta.
Sólo queda estar,
con los dos pies
puestos en la tierra
y la cabeza airéandose
de sólo cosas buenas.

Estar.
Sí.

Y querer cambiar.


2.

Algo muere y nace en nosotros cada día.
Algo brota en el resplandor de una sonrisa.
Un germen de luz,
una plantita más verde que toda la selva
y todos los verdes reunidos con sus verdes.


Algo muere y nace en nosotros cada cierto tiempo.


Debemos perdonar toda permanencia.
La ternura cambia, todo cambia,
y todo cambio es para abrazarnos y entendernos mejor. 


3.

Hay que abrazar la luz del poema, no desintegrarla.
Hay que retomar el camino perdido, ese símbolo desnudo.

Y si está borroso, trazar uno nuevo con ternura
y con los pies humildes limpiando el polvo y el llanto.

Después de todo ese diluvio enajenado y pasajero,
hay que seguir caminando, sí, hasta el amanecer.


3.

duele
hiere
lastima el miedo
el ego
la inconsistencia
la apatía
el hábito
que sólo vuelve
como terco reloj miope de media noche

habría que volver al origen del amor
habría que volver al epicentro de los inicios
habría que llegar a la semilla de la culpa
para erosionar el llanto
para destruir los miedos


uno escribe muchas veces
para perdonar
para olvidar


otras veces
porque no existe otra manera
de seguir adelante más que escribiendo


4.

Nunca te lo dije, amor,
pero tus ganas de vivir
fueron brújula y norte.

En tus ojos encontré el alivio
de sabernos vivos compartiendo el ocio.
En tus piernas encontré la dicha, y algo más.

Esa colmena dulce donde descansaba el sueño.
Ese abrigo de poros para madrugadas turbias.
Ese grito abierto gimiendo vida y resplandor.


Anoche, mientras veía el fuego,
pensaba en que fuimos torpes e ilusos
por intentar rescatar las ruinas de lo perdido.

Lo perdido es sólo sombras.
Gélidos icebergs que lo congelan todo.
Noches oscuras en afán de protesta y pesadilla.

El asunto está en destruir el triste recuerdo.
Atravesar la tristeza con furia y lágrima.
Inventar nuevos símbolos y resurgir con la mirada atenta.


Darlo todo por perdido es encontrar el alba.
Dejar que los finales agonicen es empezar de nuevo.
Tropezar es de valientes que quieren construir sólo puentes.


Así que hoy, amor,
iré a ver el fuego de los símbolos bajo el sol ardiente de diciembre
y beberé un licuado de fresas y de moras... y brindaré por tu vida.

Y su resplandor.


5.

somos partículas
de un microcosmos
que todo lo nombra
el deseo
el amor
la rabia
el odio
contra nosotros mismos
que se diluye en el aire
somos moléculas
que lo agitan todo
un instante la luz
al siguiente la noche

una niña agita en su mano una mandarina
un borracho levanta su vaso y brinda por mariana
un desconocido conoce a una desconocida
dos bocas tímidas se encuentran al filo de la tarde
se abrazan lo que tienen
que son sólo risas por delante

la vida es esa tómbola abierta
y un mirador con vista al tiempo

la vida es una marea de instantes
que están por suceder