domingo, 14 de junio de 2015

una vez crucé sayaxché era de noche y habían cien luciérnagas con forma de meteoritos salvajes...


«Yo creo que la única forma de darle a esto un final es: ¡Prohibido olvidar!»
Rubén Blades



sayaxché la muerte
sayaxché las palmas
sayaxché las glándulas
dormidas
como peces
cabizbajos
de colores
cuesta
abajo
en espiral
funesta
el xibalbá
las manos
vicios torpes
la ansiedad
los pesticidas
todo huele a queroseno
a limbo ardiendo en rabia
las miradas se encuentran
en la carretera oscura
detrás de las amígdalas
que arden
como ronchas
milimétricas
de verde y mugre
una vez
crucé
sayaxché
era de noche
y habían
cien luciérnagas
con forma
de meteoritos salvajes
flotando sobre mi cabeza
un guía de turismo
me llevó a conocer
el último rincón
de su pureza
caminé por ceibal
dormí bajo un árbol
me hice un pan
con jamón, sueño y alegría
vi monos
guacamayas
y pájaros que nunca
había visto
crucé la pasión
en unas tablas
maltrechas
hablé con gente rara
me ofrecieron coca
escribí unos poemas
escondido y tatuado
entre una carpa azul
con vista
al infinito
fumé cigarros
una y otra vez
y las colillas
me las tragué
como botellas
de vino y vodka
sayaxché los litros
de baba trémula
de dioses afeitados
de abismos suculentos
y mantras frígidos
que lloran
todas las escamas
de nuestra conciencia
inexperta
que gime
convulsa
solloza pretérita
de selvas y rencores
tristes revoluciones
desde el corazón del sueño
donde estamos presos
somos culpables
por tanta indiferencia
sayaxché las grietas
sayaxché los niños
sayaxché la rabia
los frágiles huesos
que se rompen
como promesas
en la tibia lejanía
del silencio.