lunes, 23 de febrero de 2009

Cuatro Poemas desde la CarreSelva

Los backpacks se inflan de algodón, las ganas se llenan de ansiedad y Coppertone, las bolsas plásticas duermen en espera del alquitrán tostado, los vinos de caja guardados; la casa-camping empieza a susurrar haikus a los sleeping bags. Una moneda de la suerte, los galones de agua, la cajetilla de Payasos, el iPod cargado, las Rayovac en su sitio y la canastita de Guateplast abarrotándose de sopas, cubiertos, especias, la leche, chocokrispis, el Spam, las barritas energéticas, la sal, el Popol Vuh y el siempre atún. La manita en la wallet, el aire en las llantas, la memoria vacía de la memory stick. Las sandalias bajo el asiento, el aire acondicionado, los puentes de madera, las aldeas sin escuela, las finas estelas de Tikal, El Ceibal, Quiriguá, Yaxhá. Los templos latentes, la selva perenne, la marabunta de monos aullando los nombres de Hunbatz y Hunchoén, el aire caliente, la mirada reverente; las pláticas livianas de la gente. La navaja ensimismada, el silbido de las aves prestadas, la calzoneta en la arena, los puentes con sus castillos de indigente español. Los ríos murmurando piedras, el billón de estrellas, el disparo del hambre y la semi-borrachera; las ganas de gritar tu nombre, Ix, bajo la crisálida agua del vespertino manantial.

La cascada en picada, el agua caliente, las frías corrientes, las Gallos-regalos; el tibio y blando mazapán. Las cantinas sin nombre, el dólar corriente, la carretera que arde bajo las Dunlop, el sudorcito que empieza a recorrer el cuerpo, la marea de risas, el ajetreo de la noche, el millar de mosquitos bailando breakdance en la carpa, las caminatas kilométricas, la serena Oropéndola, el Pizote despiadado que camina sin cesar. El espejo imperdonable del agua, los curiosos peces, el pie de barro, águila blanca, negra la noche bajo el agua del miedo; aullido de besos, caricias locas, rumorcito del desvelo a la hora del atardecer. La altura en la selva, los millones de piedras, las paradas de tienda, el maíz infinito, el conquian de carpa, el flash fotográfico, el brindis simpático; la escalinata infinita al paraíso de tu increíble amanecer.



1

Mono
hermano
mayor
Dador
entre
este
Verde Universo
Verde tu sombra

Mono
Infame
Dios
absoluto
Camino
de sueños
prestados
Pasado cósmico
Trepidante maña

Mono
traidor
Mono
hermano
Miráme desde lejos
¡Por favor miráme!
Aunque sea de reojo
nos miraremos
las semejanzas



2

este manojo
de verde amuleto
que es tu risa y es tu vientre;
tu pálido desvelo, y tu muerte.

me colma
de sombras, también de paz y otras cosas.
me cansa los muslos,
también los ojos, también el pulso.


este griterío
de ramas en la penumbra
me desgasta los miedos,
me arrebata el recuerdo; me quita el sueño.

yo no puedo
decirte cualquier cosa,
tampoco puedo; seguirte los pasos
y saciarme con tus huellas este hambre de pasado.

tu piel
se tersa,
mis civilizadas manos
te palpan completa.
hay diez montículos
en la profundidad de la selva,
que llevan a tu templo;
y no es precisamente
el mismísimo templo
de tu dilatado silencio.



3

Mulato es el sueño,
donde te soñé indio.

La autopista estaba cerrada
por un sin fin de recuerdos.
Y una lenta muchachada se posó a mi lado, me investigó
y te juro, mi amor, que se comieron lentamente mis dedos.
Por último, cuando el estrépito del dolor era inmenso,
yo levanté la espada de mi lengua y te lo juro, sin mentir,
que uno a uno fueron desapareciendo entre lo profundo del silencio.
Uno solo que quedó, tiernamente me dijo al voltearse:
“En estas tierras, papá, tu dolor ni siquiera existe”

Indio es mi cálido destino,
mulato mi ataúd de inviernos.



4

Dormías cuna
En el silencio verde
Un claro de luz
Te inundaba el rostro
Y yo supe verte
Manantial de excesos
Turbia flor de lengüetazos

Dormías cuna
Despertabas rupestre
Un puñado de cocuyos
Se posaron en tu sexo
Hasta hacerse una inmensa luz
Un despiadado reflejo
Yo bebí morfemas sobre el fuego

Uno a uno los orgasmos
gimieron sin miedo