viernes, 25 de julio de 2008

Carta confesión de Viernes

Te lo juro, el Miércoles salí a la calle con la intención de regresar a casa pasaditas las 12 de la noche, querida darling. Te lo juro, es a mí a quien se le va la onda, no a tus primos que andan bien locos rechinando las llantas de los carros en cada esquina de la Zona Viva. ¡Te lo juro!

Lo que pasa es que cuando me tomo el primer trago de licor, siento un ardor bien rico que me baja por la garganta y una marea de ganas mezclada con excesos, me empieza a subir por todo el cuerpo cómo un cohete de esos chinos que silban y hacen ruido; y siempre, ¡siempre! termino en casas ajenas leyendo poemas de Payeras o Borges, o recitando canciones del rock ‘n roll de los excesos. Tu lo sabes bien, querida darling, a mi me gusta la fiesta y es para menos; pero cuando alguien dice: “¡¿Va a haber after, o qué pisados?!”, un escalofrío me recorre el cuerpo y soy siempre el primero que abre la bocota y da opciones para destrozarse el cuerpo aunque sea unas cuantas horas.

Te lo juro, el Jueves cuando vi la hora pensé que no tuve que abrir la boca pero ya estaba tomándome el último trago de cerveza y nos estaban echando del bar ése de mala muerte, querida darling. Te lo juro, no fui yo el que comentó que nos fuéramos a la casa de la prima del compadre con el que andaba. Fue ella la que nos insinuó que luego de un par de horas nos iría a dejar a casa, a mí y al compadrito éste que te digo. Luego pasaron las horas y las horas; y cuando sentimos, ya era otra vez de noche. De allí todo fue oscuridad, pero por suerte encontré un bar abierto y me quité la goma como se debe, a puro Pulmón de Indita. Ya luego tomé cerveza, y hasta me tomé un par de tequilas finos. De allí en adelante, fue otra vez un poco lo mismo: siempre excesos y vicios, pero con más calma, querida darling. Después hablamos ¡¿te recuerdas?!, y me contaste que estabas contenta de oírme y que por favor la parara porque al final de todo siempre terminábamos tristes.

¡¡Y te hice caso!! Pedí una canción de Nine Inch Nails, sonreí un rato y luego pensé en Bukowski, ya que es bien fácil pensar en Chinaski cuando se está en ésos estados anémicos del exceso. Al cabo de 5 minutos, ya estaba deteniendo un taxi para irme rumbo a casa.


Lo que recuerdo bien es que al tomar el taxi, un miedo de hora pico, más blanco que una luna llena, cayó sobre mi mirada de relojes tristes. También recuerdo, que la mañana silente empezaba a desintoxicarse de la noche imprevista y, las colillas inmundas, se fumaban solas sobre los ceniceros de la fiesta. Un aullido de libro revistió los rostros de los transeúntes y, una sonrisa que llevaba tu nombre, se dibujó en la cara del taxista que me dejaría en la puerta de la inquietud del sueño.

Te pido disculpas de nuevo y hasta luego, querida darling.