jueves, 17 de julio de 2008

Carta confesión de Jueves

Seguramente estés durmiendo, o aparcando la tristeza sobre la densidad de la almohada. Yo por lo contrario, me estoy bebiendo esta cicuta poco a poco. Sí, me gusta beber lento, lento cómo las nubes pasan arribita en un día cualquiera de verano. El aire se estanca, la vida duele, resucitar a diario no es convincente, precisamente. El sueldo se lo gasta uno en elegancias, diría alguno. Tu sonrisa es mi amuleto en viernes trece, catorce horas sin tu tacto-piel versátil camaleónico de estrictos contrastes fugaces.

Seguramente me duela que me digas que me dejas, no me olvides. El recuerdo es un machete de hoja y mantequilla. Mi pan diario es tu sonrisa cubierta de tu abrazo. Sí nos ponemos a freír los momentos, el vapor será nuestra sublime alquimia tendida a la intemperie. La superficialidad del día a día nos rendirá culto, aunque tu lo niegues. La negación es proximidad incauta hacia los senderos de lo limítrofe. Los límites no existen, la vida duele, el sentimiento cansa, la guarnición de chirmol con pensamiento destruye.

Seguramente estés del otro lado del auricular, esperando mis disculpas. Seguramente no pueda describirte lo que me está pasando. Pero por lo menos puedo recomendarte un par de lecturas, un bar al que frecuento y una que otra lica de ésas europeas. A Teillier, no lo leas en invierno, cansa. A Calamaro no lo escuches junto al fuego, quemaras estas vanas hojas en la quimera de las ganas.

Hasta luego, te digo en vano, querida darling.