martes, 29 de julio de 2008

Carta confesión de Martes

¡Viste qué bien la pasamos el fin de semana, querida darling!

Visitamos a tu divina madre, confeccionamos palabras sobre el recuento de las pretéritas fotos, comimos lasaña más italiana que la misma Italia y hasta hicimos el amor bajo el precioso silencio de la purpúrea tarde. Ya por la noche, ¿recuerdas?, nos bebimos los vodkas, las cervezas, los ginebras y hasta caminamos abrazados por la pedrería antigua del mítico enamoramiento. Escuchamos música más mala que Locomía, no asistimos a la feria de los libros; pero escribimos un capítulo, un capítulo digno de las trincheras más fieles a la felicidad arbitraria.

Dormimos milenios, querida darling. Cocinamos delicias, caminamos burbujeantes al ritmo de la hora chapina, vimos atardeceres detonantes, resucitamos los más vivaces incansancios y hasta paseamos al perro por el bosque de los cucuyos, querida darling.


¿Ves cómo la lluvia nos limpia las pieles, nos renueva las ganas, nos estremece los cielos? ¿Ves cómo la vida nos repara los pasos, nos suscita el futuro, nos arremete hacia la marea, mi querida darling?

¿Ves cómo nos vamos curtiendo de amor, licor y silencio; proeza y camino? ¿Ves cómo la felicidad se hace de improvisos, pasos alternos, heridas al aire libre?


Te pienso mucho, querida darling. Te mando mi abrazo y mi estilo libre, para que nademos constantes, en la profundidad de las más amargas y abatidas contrariedades.

Hasta pronto.