lunes, 1 de octubre de 2007

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Esta barba rascándome las horas. Esta melena triste tatuada con tu adiós. Esas palabras tuyas que llevo cómo miradas rotas, esas duales amenazas de abismo sin tabaco, tinta, ni dolor. Estas dos embestidas de sangre con tu nombre. Esa premonición de olvido, esa silueta mía en el recuerdo. Esa verborrea muerta, esa tu irremediable y fatal transformación.