martes, 16 de agosto de 2005

El mercadito

–¿Cuánto da? –me preguntó la doñita limpiándolo con el delantal amarillo; nerviosa, distante. Una gota de sudor corría por su sien. Se pasó el trapo por la frente al percatarse que yo la estaba viendo.
–Le ofrezco mi vida por el juguetito –le dije sin más rodeos, altanero.

Un completo silencio, redondo, atestado de espanto inundó aquella sección del Mercadito Elías Salazar. La doñita me lo empacó con mucho cuidado y el del puesto de la par, el don, el chamán; se sacudió la ropa con una escobita hecha de pelo de buey y hojas de algún chirivisco no sin antes hacer una oración y dejarme su respectiva bendición. La doñita se despidió, guardó sus cachivaches y se largó. Juan Rodolfo Toc, de la carnicería El Sagrado Corazón, nunca volvió a saber de mí.