lunes, 10 de enero de 2005

De drogas y otros alucinógenos

Algunos dicen que la droga más fuerte es el amor, otros dicen lo contrario.

Incluso hay algunos que se han atrevido a mencionar la mescalina o peyote, el opio y los hongos, el cactus de San Pedro, los ácidos, la heroína, el crack, la ayahuasca, la salvia divinormum y otras no sé cuantas divinidades más como lo más intenso o fuerte de todas las drogas -claro, siempre hay quienes opinan lo contrario-. Y hay hasta quienes he escuchado en conversaciones y aseguran persistentemente (o inocentemente, talvez) que la marihuana o la cocaína, son tremendísimamente las drogas más fuertes -no diré nada al respecto... excepto, hay quienes consideramos lo contrario-.

Lo que sí diré al respecto, es que seguramente hay una droga potencialmente fuerte y no es precisamente la religión, cómo alguna vez la llamó un Carlitos no sé cuál de tantos, un Calín (no Caín, ¡ojo!). También es cierto que todo empirismo es parcialmente vulnerable y se ve afectado/alterado a la relación individuo-contexto de cada situación o individuo. Pero para dejar a un lado la palabrería y ése todo dogmatismo verbal, diré que de alguna forma sí existe una forma de medición equilibrada, correcta y precisa para medir ese adjetivo (aún dejando mi propia escuela, teoría, quizá verdad):

Fuerte. Strong. Fort. Forte. 強有力. Stark.

Y entre todas las opiniones que he escuchado, imagino que hasta la palabra droga es una palabra cuestionable en un sentido netamente semántico/lingüístico (y eso, por sus amplios significados correspondientes a cultura, región, contexto, intentos, etc). Pero partiendo del significado etimológico histórico, podemos encontrar un sentido práctico de lo planteado: droga más fuerte, charlatanería firme, resistente. E incluso podría mencionar que el lenguaje es una metáfora -cómo siempre-; y la metáfora siempre sigue siendo una metáfora, con todos sus equivalentes y paradojas y posibilidades. Pero siempre, una metáfora.

Y sí, por qué no. La religión es una droga muy fuerte que nos ha mantenido dopados a muchos, alucinando no sé cuántos cielos e infiernos, iluminaciones y otras tantas variaciones, seres supremos, superhombres en éxtasis, blablabla.
Por otra parte el amor también es una experiencia parecida a cualquier droga, y hay quienes la consideran cómo la droga perfecta (The Perfect Drug). La droga madre, al grosso modo. Eso es algo que siempre me ha producido una inquietante curiosidad, algo así cómo una provocación intensa. Y eso talvez, porque de alguna u otra forma siempre he estado conectado al amor -desde la placenta materna hasta la actual sexual reinvindicación-. Por otra parte, también considero al amor como otro mundo, un mundo paralelo y circundante por instantes; un espeso y vasto átomo que llena todas las expectativas -o genera más interrogantes, incertidumbres, males-. Como diría Paul Éluard alguna vez, "hay otros mundos, pero están en éste".

Después de todo creo (empiezo este paréntesis mientras all you need is love de Lenon me repica y pica en el caracol auditivo y sigue transpicando hasta llegar a mis últimas terminaciones neviosas -puro sentido común-); siempre sí, que el amor es algo que no merece ya más líneas -aunque se merezca el infinito- ni más observaciones al por mayor. Pero el amor es extenso, indecifrable. Es tóxico veneno y antídoto perfecto. Es nicotina saludable y ambivalente paradoja. Es absoluto cosmos, alquimia de hogueras, trillado anaquel de insolaciones, orgasmo perpetuo.

Todo eso, y no he terminado de hablar de amor.

Todo eso, mientras Neruda masturba a Anais Nin en un baño de un cine porno con un extragrande y riguroso consolador; mientras Trent Reznor maldice al erotismo frustrado de una canción de Britney Spears y el Billy Jean de Michael Jackson provoca a unas ansiosas colegialas de Quinto Año -siempre fetiche a falda corta, y cuadros- a su primera relación gang bang, y a desinhibir sus anteriores relaciones lésbicas mientras persisten leyendo a medias, de reojo quicky -1 2 3, listo!- a Carl Jung para su Temario de Introducción a la Psicología y todo fluye, siempre fluye con todo y Kylie Minogue de Calendario o Playmate of the Year.

Todo eso y no termino de hablar de amor -es un inevitable e imprescindible -provocativo- invento (bella y necesaria magnánime justificación)-, nunca es suficiente. Nunca es el amor en absoluto, la verdad. Pero es tan necesario vicio sin vicio redundante, armónico universo, fonético fulgor.

Y siempre... algo más.