lunes, 10 de enero de 2005

Fotómbola

Tomar una fotografía creo, es algo realmente impresionante. Por más que haya tomado muchas fotos, es un acto que no deja de maravillarme por completo. El sólo hecho de pensar que de alguna forma se inmortaliza, o mejor, se materializa un instante es algo que a veces me da escalofríos, aún me produce asombro.

Claro está, que ahora existe una posibilidad incalculable de adquirir una cámara digital con sus catorcemil millones de opciones, preferencias, bondades y extraparticularidades más. Claro está. Pero lo que más me inquieta a la vez, es el proceso evolutivo que ha tenido la fotografía. Ese proceso que de alguna forma ha sentenciado a cualquier óptima y novísima cámara existente a lo largo del tiempo, en su debido momento. Ese proceso que ha llevado a transformar una cámara fotográfica en un objeto de uso cotidiano para muchos, cuando ésta era exclusivamente de uso periodístico y luego publicitario, incluso científico. Ese proceso es el que me provoca esta sentencia: 'Estamos perpetuamente ligados a la imagen'.
Y aunque ya muchos no se asombren, cada vez que se toma una fotografía sucede un proceso impresionante dentro de dichos aparatitos -parece estúpido y prosaico mencionarlo, ingenuo, naive cómo le dicen-. Pero dentro ocurre algo espectacularmente sorprendente que con el tiempo se ha vuelto común y tácito, cómo casi siempre ocurre. Tanto que ahora es común encontralas con multifunciones, diversas posibilidades/cantidades de ppp (puntos por pixel), distintos tipos de zoom óptico, cantidades extravagantes de memoria, colores, tamaños y no se cuántas extenuantes cosas más que ya no las hacen parecer 'insólito recurso de los elegidos'; sino que las sitúa cómo un producto apto para cualquiera (ahora cualquiera puede ser un buen fotógrafo artístico, o un fotógrafo de bodas, quince años o bautizos; o incluso, sencillamente, un buen fotógrafo de estudio para retratos de ocasiones especiales. Eso sí, si se tiene la maña).
Pero realmente es cierto. Ahora no sólo se pretende que las camaritas capturen instantes, momentos -precisamente instantes, instantáneos y efímeros momentos-; sino se pretende que se adapte a cualquier alternativa posible, a cualquier ojo, mano, a cualquier capacidad, habilidad, necesidad del dueño que esté dispuesto a portar una camarita de éstas. Tanto así, que de alguna u otra forma la cámara te delata. "Dime que cámara tienes, y te diré que haces con ella".

Yo en lo particular, siempre he preferido las Polaroid. Tienen esa inmediatez del efímero irrepetible; y siempre entre absurdo y tierno, sutil -por los colores de la película- que provoca universalmente una distancia, un individual e irrebatible histórico momento. Una grandeza distintiva, precoz semblanza. Una inmediata admiración. Y tanto así que tengo tres de estas camaritas. Y siempre creo, serán, son, mi juguete favorito en estos tiempos visualmente digitales. Talvez es cierto, me provoca todo esto porque crecí con ellas. Viví con ellas. Siempre había alguna. Siempre, siempre. Pero ahora, lo único que me molesta es que una de las tres -mi favorita, ProPack de acordeón cómo les llaman-, está en desuso desde hace un par de años. Y esto, porque en Guatemala no hay película para dicha camarita y la tienda online no hace envíos hacia Centro América; y nisiquiera en Panamá se consigue que es más gringo por instantes y llega mucha mercadería desde la lejana Asia. Pero es obvio, lo de siempre. Por lo demás, me divierto fácilmente tomando instantáneas, como la vieja guardia dirían algunos.
Ahora con las digitales, digamos me he acostumbrado y hasta se ha vuelto una manía llevar la cámara a cualquier lugar, fiesta, viaje, o simplemente llevarla lista para cualquier ocasión impredecible. Ya luego viene la edición -o photoshopaso-, y después pronto a stampare.

Veremos cuánto tiempo dura esto; lo de las digitales. A lo mejor algún ente de otra galaxia nos trae un nuevo aparato más fácil de usar y más asombroso que las últimas innovaciones terráqueas. O a lo mejor nos trae en un una Memory Stick de 1000 veces 100GB, toda la historia de su galaxia en fotos. O a lo mejor -para sorpresa de nosotros-, nos trae un álbum de fotos en blanco y negro, impresas en papel seco de bromuro.

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