martes, 30 de septiembre de 2008

De finales y finales y finales...

C'est fini, se acabaron los Trisoms, y ahora toca rescatar el material gráfico y audiovisual; también corresponde, por otra parte, gestionar la publicación del ya codiciado librito y colgarlo en las estanterías de la literatura guatemalteca actual. Esperemos que todo marche como espero, ya que recibí muchos comentarios positivos (muchísimos), acerca del ciclo de lecturas. Algunas, claro, tuvieron sus altibajos de precisión; otras tuvieron sus orgamos en la exhalación del verbo, en la profundidad de la letra, en la alquímica rítmica de la improvisación. La última lectura, por ejemplo; estuvo fina, cabal, maravillosa. Fue el clímax total, el orgamo último, el aullido torpe y absorto sobre el sudor de los aplausos; fue la fiera proeza de la poesía surcando los bares de la dicha. Cabal, fue el cierre del círculo que ya empezaba a erguirse en públicos anonimatos de futuro.


En fin, Trisoms me dejó (al menos a mi) un sabor megalómano en la boca. Todos y cada uno de los Trisoms gesticularon a su manera, incluso el último. Para hacer un breve recuento, de la última lectura por ejemplo, puedo mencionar lo que decía anteriormente: “una lectura cabal, maravillosa”. Andrea (Aragón) leyó sus relatos sin sorpresa ni sobresalto. Con un tono femenino y aséptico (cómo de mujer que quiere pero no quiere) desgarró a lo más apasionados y les cortó las lenguas y el aplauso con un puñal de letras feroces y frías, sublimemente parcas. Era la primera vez que la veía leer, y quizás por eso, me sorprendió con la fuerza feminina-real de sus letras. Por otro lado, Javier (Payeras), leyó cómo un lobo viejo y capitán veterano que es. Su texto-carta “Cuando en la ficción no hay ciencia", es de ésos textos que se escriben solos entre el vacío insoportable de la soledad más fina; es de ésos textos honestos (más bien tiernos) que caen cómo gotas de mercurio en el abismo del corazón más hondo. Un texto para erizar las pieles de la muchedumbre sensible. Un arrebato de soledad, un luto de misericordia, un desencanto por lo desencantado, un vergazo lúcido en la quimera de la miseria. ¡Salú compadre! Un “sho-texto” diría alguno por allí. También el otro, el de los “Nuevos Mandamientos”.


Por último, debo mencionar que la sorpresa de la noche no fueron estos dos veteranos de las lecturas de poesía, sino que fue lo contrario; un amigo escritor que leía por primera vez en público. Alejandro Torun, más conocido como El Toro, leyó desde su guarida poética, desde su hoguera verbal y descriptiva, desde su tímido refugio narrativo. Al final de la noche, se llevó los aplausos y la admiración de muchos. El Toro (Alejandro Torun), nos martilló una y otra vez los oídos con la fineza de los adjetivos y el fulgor melódico de las sinalefas. Su texto “Solo las que se pueden rellanar”, es una descripción fiel y real del perfil de un personaje (curiosamente, ninguno de los personajes de sus relatos tienen nombre) que padece de OCD, Trastorno Obsesivo Compulsivo. Por otra parte, su texto “Liberty City” que está escrito en Inglés y Español, nos graficó visualmente una noche de diálogos fugaces y de realidades atemporalmente tristes; todos reímos cuando terminó de leerlo, todos aplaudimos al estruendo. En sí, ¡toda una sensación gratificante la de escuchar a este compadre leer sus textos! ¡Salú bróder, por si lee estas pequeñas letras!



Al final, nos adentramos en los güaritos y en las notas de The Cure, The Smiths, Jamiroquai, Andrés Calamaro y Joy Division. Platicamos de mujeres, libros, proyectos y poemas silenciosos; platicamos de libros terminados. Brindamos por la metáfora, por José José, por la Shakira que está bien buena y hasta por Ricky Martin que le debe sus letras y músicas más finas a Robi Draco Rosa. Por último, junto al compay Julio Serrano, partimos hacía otro bar y nos desquitamos con un par de vodkas sin hielo (¡ah, qué tristes son algunos bares en la madrugada!). Escuchamos Janis Joplin, platicamos con amigos bolos que no acaban de sorprenderme y al final, dejamos el bar para ir a descansar cada quien a su chante.


Al llegar a mi casa, me dispongo a tomarme la última cerveza y enciendo la computadora para revisar el Facebook. Arranca rápido, inicio sesión, abro el Explorer y typeo la dirección, veo mi Wall y quedó atónito, desconcertado, sumido entre la incomprensión y la tristeza. Un bróder, supuestamente "bróder-bróder-bróder", me escribió un mensaje "verdaderamente idiota" y "terriblemente hostil" dirigido con cuchillos y cuchillas y martillos y balazos hacia mí. El asunto al que se refiere, no es asunto que me concierne (al menos hasta ese momento). Su mensajito hiriente me dejó un mal sabor de boca, le respondo elegante y fino; en el último párrafo: cínico y distante.


Luego del FIN de semana, me quedo pensando: "¡¿Cómo es posible que una amistad, complicidad, empatía de tantos años le pueda poner fin alguien, con unas pocas palabras al final de la madrugada?!"


Eso me hace pensar en aquel poema final de Roberto Juarroz:

No tenemos un lenguaje para los finales,
para la caída del amor,
para los concentrados laberintos de la agonía,
para el amordazado escándalo
de los hundimientos irrevocables.

¿Cómo decirle a quien nos abandona
o a quien abandonamos,
que agregar otra ausencia a la ausencia
es ahogar todos los nombres
y levantar un muro
alrededor de cada imagen?




C'est fini, mis reyes y reinas, hay días en los que uno prefiere adelantar la película de los días; para no ver pasar de par en par el ajetreado ejército del sufrimiento. ¡Salú por los finales! ¡Salú por Septiembre que acaba y por Octubre que inicia! Siempre se abren otras puertas, cuando se cierran las más preciadas.