jueves, 4 de mayo de 2006

Experimento Dos (sur)

La luna está muda, quieta, blanquísima. Chiquita y envuelta en un audaz sigilo me observa; con su maraña de alfabetos nuevos, indestructibles, indescifrables. Las olas tristísimas en su abundante vaivén azul nebuloso, golpean la arena a lo lejos cómo en una película circular de Medem. Mi cuerpo que yace recostado en la incómoda hamaca bicolor, hace un movimiento automático para serenar el leve dolor de la espalda baja (empiezo a necesitar otro masaje. ¿Dónde estás Annie? ¿Dónde, dónde?) mientras mi brazo izquierdo hace un esfuerzo para alcanzar la Gallo bien fría que está justo debajo de la hamaca -enterrada en la tibia arena-. Un leve pero sagaz estímulo del viento, voltea a la liviana Perla desprevenida en su diálogo incesante a medio Regreso al Sur de Juan Carlos Onetti y la regresa sin mayor precipitación de ruidos fantasmas. A lo lejos, la guitarra de un Andy Summers absorto, interpreta un Frevo sublime que me hace recordar que hay vida después de la vida; consecutivamente. Y que es posible que dos personas que se pierden/extravíen en los abismos consecutivos del cosmos, nunca nunca vuelvan a encontrarse. Pienso en tragedias, en gitanos, en mi pronto viaje al sur; pero sobre todo pienso en flamenco. En el olvido. En el flamenco. También me sucede que pienso en la Laura de Spinetta, en La Mina Azul de Tumbas de la Gloria, en la Anais Nin de Miller, en la Lucía de Ché Horacio y en las empanadas rellenas con carne y picado de silencios imposibles; a golpe intenso e irrefutable con el día a día.

Pienso en amor, en desamor, en ultramor y mientras Victor Biglione le susurra soles sotenidos al oído de Oscar; Perla construye un maremoto de emociones ausentes para corresponderle a Lorenzo con toda la seriedad del caso posible mientras éste, no deja de pensar exageradamente en Lucía; y su sexo.

Yo, completamente nocturno y marítimo, lejano; me dispongo a navegar en la soledad interminable de la noche -cómo en un poema de Federico García Lorca, ¿o será Juan Gelman?-. Y luego, cuando estoy a punto de sumergirme en el acaudalado y nostálgico fulgor de los imposibles; pienso en Faso (mi cachorro), y aniquilo la última lágrima de la palmera adyacente a mi cabeza. Plenamente sonrío. '¡Sí, bebé... hay vida después de la vida y hay amor después del amor, después del amor, después del amor! Vos tranquilo, todo saldrá bien mío bambino. Vamos por unas frías o por un tibio descanso de piedras o de lana... vos tranquilo'


La noche se calma. Las olas continúan su interminable y constante viaje. La cerveza se agota y Andy Summers termina la danza metódica pernambucana sin decir absolutamente nada. Oscar en silencio, entra al café y se despide cautelosamente mientras deja en Rivadavia a Perla sin decirle absolutamente nada. Absolutamente nada. La vida, en todo caso; es una puta palabrería mientras no se dice absolutamente nada pero es hermosa. Sobre todo hermosa. Abro entonces otra cebadita para colmarme de vasta hermosura. Cierro el libro, cambio de disco y empiezo otra larga travesía. Las olas, vuelven a su costa. Empieza otra larga travesía.