jueves, 16 de marzo de 2006

Soledad/Sol

'La soledad es inevitable', me decía inquietamente una amiga hace algunas semanas. Ahora pienso, desc-ártico: 'Sí, inevitable... pero también indestructible e imprescindible'. Orgasmo a solas, solo orgasmo.

Es cómo una vieja fofa, sin sensual escote; sentada y cómoda en el sofá de estampado café con gris, del living. Y para colmo, vos también estás cómodo viéndola tejer su clandestinidad explícita. Entonces, arriesgarte a soltarla a los lobos no es una tremendísima opción que digamos. Por ejemplo, María sonríe en su cuarto y Ana no duerme (ya todos lo sabemos bien clarito). O en todo caso, Pierre da excusas para ir al excusado y Loraine discretamente y llena de deseos cruza la pierna mientras se roza su florecita eléctrica en celo viendo la máquina de escribir en la oficina del sexto piso donde trabaja desde hace un mes. Andrea, por otro es dejada, mientras lee a Proust llorando, una mañana de sábado con tristeza. Y yo, también sentado, en este rincón solitario del mundo y muchedumbre, exactamente a las 5:24 de la tarde pienso que si la soledad es una condena; realmente es una condena deliciosa, exquisita, pero muy hijueputa (eso también ya todos los sabemos, claro está). Chimichurri a secas. Vaqueros cultos jugando cartas sentados dentro de un pink establo. Primaveras uniformadas. Piscinas no muy profundas de invierno. 'No importa el problema, no importa la solución. Me quedo con lo poco que queda, entero en el corazón'.

Entonces la soledad, digamos, debería tener alas –cómo sentencia Pizarnik–. O en todo caso, debería ser crucial amuleto para llevarlo consigo todo el tiempo, cómo magistralmente asegura Juan Ramón Jiménez en aquel aforismo bárbaro, 'en la soledad no se encuentra más que lo que a la soledad se lleva'. Y si es así, con cielos o con infiernos (purgatorio círculo); uno se encuentra muy cómodo, bailando ("acompañádamente") en una fiesta Rave de 2 días sobre un sótano de la Rue Sainte Catherine, cerca del Place-Des-Arts, en medio de una primavera resplandeciente de Mayo o sentado en completita soledad ("acompañádamente") frente al Mar Mediterráneo y mirando de cachondo reojo a la vecinita de mesa que está sentada en la última banca comiendo calamar y arroz en un restaurantito de Canet de Mar; hola maca, on aquestes allotjada?


Y así, sucesivamente, nos vamos repitiendo en soledades calles, camas, cuerpos. Ya que 'siempre se vuelve, al primer amor'. Y así poco a poco, nos vamos repatriando una y otra vez de esa interminable patria, que es la soledad, extensa en territorio universal. Adictiva cosa, sentencia bárbara. Cómo en una canción de Marlene Dietrich, in der Aleph durch Borges, inesperadamente en un antipoema de Nicanor Parra, em um ritmo dos Bossa Nova por Jobim, Gilberto ou Stan Getz. Interminable y epidérmico, Caricia Sur, dentro de una tanguita minúscula color carmesí del Secreto de Victoria, in gelato del limone su una pellicola da Fellini, en un color íntimo retórico de Jean-Michel Basquiat, dans Añoranza chanson a joué dimanche soirée.

Marimba, marimba. Marimba para dos.

Marimba estricta y perfecta. Solitaria marimba jazzy–drum 'n' bass para dos. '¡Control Space, nena!'. Electroshock exclusivo para el corazón.