viernes, 24 de marzo de 2006

Breve retrato de Mariana en meditación; o torre de veranos sin Madrid, Baires, ni Cristal

'la felicidad fue un lugar hermoso que hicimos juntos' (FP)



Mariana me dijo (con una voz clarividente y una mirada trance–sureña provocada por la inmediata meditación), mientras se abrochaba las sandalias de goma y recogía la cajetilla de cigarros entre la arena, cautelosamente:
–El pasado irrumpe sin protección, Pablo... y sin presentarse. Hay momentos exactos en la vida, en los que lo único que importa es la introspección, el dolor, el llanto. Girondo, ¿te suena?.

Yo respondí, inmediatamente. Al mismo tiempo que me ajustaba la digital al hombro izquierdo y caminábamos hacia el automóvil por el angosto camino que da hacia la calle principal:
–Sí, llorarlo todo... te entiendo completamente. Pero nena, ya basta de llorar que está saliendo el sol. Y aparte, creo, hay hambre.

Ella sonrío. Subió al automóvil. Encendió un cigarro. Yo conduje.


En absoluto silencio nos dirigimos hacia el pueblo, a desayunar. La leve brisa, abrupta y tibia nos sorprendió mientras el rugir de las livianas olas de marzo, confeccionaba un ademán de insólitos prefacios, entre la inmensa quietud de las tempranas horas de la mar. Una garza, partió en dos el cielo. Dos niños, tempranos pescadores, sumergieron su perfecta red. La brisa, sacudió poco a poco los minutos. Dieron las nueve y diez.

–¿Café o jugo?– preguntó Victoria, la doñita del comedor 'Brisa del Mar'.