martes, 7 de febrero de 2006

Baldío/Rosa

Recuerdo el incesante vaivén de pajaritos sonámbulos en tu cadera. Recuerdo los ciempiés en el paladar de la nostalgia, a punto de infringir una ley cósmica en una tarde de verano, día domingo. Recuerdo así tus largas y fantasmagóricas piernas cruzando el pasillo que conduce al comedor de la casa desde la biblioteca con una paz ingrata, redonda, faxímil. Recuerdo que llevabas una galletita soda entre los dientes, mordida insólita, sangrienta fórmula. Y así sin dietas, sin excusas, sin anacronismos solitarios te conducías por el patio con tus nalgas duras hablando en chinas barbaries, pronosticando inconclusos haikus a ultratumbas voces. Recuerdo tus pezones corazón-piedra, erigiéndose sobre el insípido malestar de blancos ritos desde mi nasal falacia; recuerdo tu tacto, tu vagina bien abierta, tu semiótica desnuda, tu palabra encendida en fuego. Recuerdo tu biblia actualizada en morfemas sexos. Tu ruiseñora espuma. Tu crucial letal maraña.

Recuerdo tu última risa engavetada en mi novela. El engranaje tibio de aranceles mortíferos al pie de mi callejón pecho. Recuerdo tus tacones aguja sonriéndole al ungüento de mis solemnes deseos; recuerdo tu rectangular maletita rosa en la sala, en la punta de la puta alfombra de la sala. Inquieta y muda. Rosa. Despidiéndose de la mesita de fieltro de la sala. Despidiéndose de las cenizas del suicida cenicero de madero de la mesita de fieltro de la sala. Despidiéndose de los cojones cojines marrón ensimismados entre el soluble silencio de la sala. Despidiéndose.


Y así, voy recordando tu entera risa, implícita entre el pandemonio de la sala. Crucial e irreversible paradoja. Silencio absoluto. Triste mueca.


Pero también recuerdo, tus venas abiertas sobre mis venas. Recuerdo tu om abriéndose espacio entre mi ombligo. Recuerdo mi tiranía euforia venciéndole a tu sutil maravilla, de intercambiar estrellitas fugaces por utilencios paradógmaticos de fin de mes entre la muchedumbre fiesta. Recuerdo los matices de tu tacto, las texturas de tu espacio. Recuerdo la singular destreza con que encendías la nicotina de mis rabias. Recuerdo tu respiración llegando al éxtasis. Recuerdo tu nariz volteada, tus extenuantes botas y tu pirotecnia risa. ¡Ah!, tu risa.

Tu maletita rosa. Tu perfecto collar de huesos. Tu intenso souvenir de vivas extravagancias. Tu completita y epidérmica delicia. Tu maletita rosa.