martes, 25 de octubre de 2005

Times New Roman Punto 12

a los píxeles ausentes, a los bolígrafos asistentes




La mañana se preservaba liviana, clara, espontánea; permanecía límpida como un presagio de nuevas vidas –nuevos ritos–. Un silente souvenir gratuito de soledades nuevas estaban por despertar. El despertador cómo un tambor insolente (D’Jambe precoz) marcó las 6:30. Un abanico de ruidos despertó. Bum, ring, bum, ring. Bum bum.

Marré abrió los ojos.

No le quedó otra opción más que abrir los ojos y cuando los abrió, el dinosaurio aún estaba allí. Perenne, sórdido artefacto, melancólico arquetipo. Cabizbajo pero solemne. Las escamas duras, insolentes. Costras milenarias, tremendas. Crema hidratante, pensó Marré (cómo buen Director Creativo). Luego bajó del sueño, se sacudió las esperanzas y se alistó para entrar a la ducha. Supongo tibia, molto tibia.


Insólitamente sonámbulo, aún; salió de la ducha. Luego aniquiló los últimos vestigios de tristeza en el espejo. Un Narciso humilde se colocó una tshirt de diseño, el pantalón raído, las gafas de sol, luego el jacket con las manos temblorosas y nicotínicas. Después vinieron las palabras, luego el libro el Jorodowski y por último, la eterna, la bendita y religiosa taza de café negro, negrísimo. Así, inevitablemente, dio los primeros pasos para dirigirse a la Agencia. La calle, afuera; invocaba las más austeras texturas de un Basquiat, mientras el cielo (respirando), asombraba a la multitud dispersa que empezaba el día de la manera más cotidiana posible. Monet, resucitaba del sueño de una temporada al infierno y los intelectualismos se quedaban sumergidos en el ultimátum menos preciso de la oscuridad del sueño. Un último rayo de sol entró en escena. Cortázar y Proust acababan de asesinar al último demonio nietzscheano de un solo escobazo de barrio. La mañana, en total orden de colores –pura pinturita pop de Warhol–, empezaba a digerir los primeros pasos de la multitud dispersa. Marré dio los ‘buenos días’ a Don Juan Abismo, de la Abarrotería Canastos Llenos y se dirigió al primer taxi que encontró. Adentro, Carlos Matanza le sonreía mientras pisaba el acelerador y cambiaba a segunda por la avenida que sale del barrio.

Cruzaron entre el tráfico de la Atanasio, para salir al cruce hacia zona 13. El semáforo marcó un insolente rojo (para Marré todo rojo es un rojo preciso; encendió otro cigarro y observó cómo en el auto contiguo una ejecutiva se maquillaba con rimel frente al retrovisor y para sorpresa de su asombro, una ex novia). Marré se hundió en el asiento copiloto del taxi y sucesivamente giró hacia Don Carlos Matanza, el taxista, y le preguntó algo acerca de política, el huracán Stan o cualquier trivialidad de tetas, humor o viceversa. El taxista le respondió, cortésmente. Marré volteó a ver hacia el autonovia contiguo y para suerte, el semáforo marcaba un verdísimo verde. Así, continúo acechando al cigarro, cuatro caladas sucesivas. Luego encendió otro.

–¿Fuma bastante usté, verdá? –aseguró el taxista
–Pues la verdad sí –respondió Marré, dándole otra calada al cigarrito y otra y otra. –¿Y usted no fuma? ¿Quiere uno? –le cuestionó mientras sacaba la cajetilla y extendía el brazo-jacket-elegancia-pulover para ofrecerle un rojo.
–Pues de vez en cuando usté –le respondió mientras tomaba un rojo de la cajetilla.



Así, entre caladas y caladas llegaron a la Agencia de Publicidad donde Marré labura como loco. Éste se bajó del taxi, se despidió de Don Carlos deseándole ‘buen día’, y se dirigió hacia adentro no sin antes saludar a todos (completitamente todos) en la oficina. El día, surgió entre píxeles, cigarritos, píxeles, cigarritos, dos campañas institucionales, cuatro diseños, cuatros cafés y una que otra llamada interesante. Por la tarde, Marré trabajó con suma perspicacia y ya dadas las seis; se dirigió hacia Sophos con una sonrisa de Leviatán mezclada con ansias y nicotina. Típico Dionisio educado y coolto. Sucede que Marré presenta un libro de poesía con Editorial Cultura, titulado Times New Roman Punto 12. Allí.


Luego en Sophos, la gente llega, se escuchan diversidad de murmullos, comentarios dispersos. Llegó la hora. Marré presenta su libro, junto a un par de escritores amigos que lo alaban y lo discuten y a quienes los sientan en una mesita con micrófono, vinos; y a quienes todo el público observa cautelosamente con ese 'solemne respeto' que siempre se vislumbra en una presentación de un libro de poesía a estas alturas de la historia.


Marré enciende un cigarro, luego otro y otro. Marré toma un trago de vino (o de cerveza), luego se levanta, voltea a ver a una amiga. Sonríe. Le tiembla la mirada, pura corazonada. Un amigo aplaude, otro se sacude las cenizas del saco y así, sucesivamente el reloj va marcando la hora de que ‘saquen a los enanos otra vez, y ya estoy bailando… ¡baby!

Por último, Javier Payeras sonríe. Improvisa un texto que se saca de puros recuerdos a golpes con la tierra. Borracheras urbanas regresan desde el pasado. Uno que otro amigo en las mesitas verdes besa a su chica, las luces del cafetín empiezan a desmoronarse en risas. La tarde arde, la noche empieza, otra bifurcación de planes aterriza.

Un escritor sin pelo (su servidor) sigue leyendo un texto que Marré le ha pedido de urgencia, apenas lo ha terminado a las 5:20 de la tarde (hace unos cuartos de hora). El texto, zigzaguea con las más densas texturas de un martes de octubre. Pero él, con la mirada chill voltea a ver al público mientras apaga el cigarrillo. Luego toma de nuevo las hojitas bond 80 gramos escritas en Times New Roman Punto 12 y continúa leyendo. Voltea a ver a un amigo, se toca la nariz, cruza la pierna. Más de alguno sonríe. Marré ríe a carcajadas, Javier lo hace a su manera. Luego el men, que continúa leyendo, ve de reojo a una nena de azul (quizás de negro, café o verde) que está sentada en las primeras filas del cafetín y así, concluye de leer el texto; sagazmente.


Luego, el público aplaude. Y así, continúan todos. Aplaudiendo.




(Texto leído en la presentación del libro Times New Roman Punto 12 en Librería Sophos. Guatemala, Octubre del 2005)