jueves, 1 de septiembre de 2005

Café para dos

Y cuando abrí la puerta, vi una soledad diez veces más grande que el tamaño de la última soledad que había visto. Tranquilo, me dijo, mientras empezaba a barajar las cartas sobre la mesa de roble de la habitación contigua a la salita interior.

Yo, mientras tanto, fui a la cocina y empecé a preparar café para dos.