lunes, 24 de enero de 2005

...ruinas y designios y santitos

La semana pasada anduve paseando por Antigua Guatemala y volví a reivindicar, que aunque me considere más guatemalteco, más chapín, más cosmopolita que otros de mi propia patria; hay ciertos lugares en Antigua que ya no visito –lejano niño, responsable niño–. Por ejemplo, las ruinas y conventos. Ruinas fieles al paisaje, ruinas cultas y ocultas, espectadoras solemnes, sin ojos. Ruinas, solo ruinas. Historia en pedazos -literalmente- de suelo y fragmento de otras cosas, recuerdos. Sólo recuerdos.

Entonces decidí hacer algo al respecto –cosa que recomiendo para cualquier guatemalteco–, y es visitar durante este año al menos las ruinas más importantes, o quizá, todas. Y eso, porque me produce cierta torpe inquietud al ver tantos ojos extranjeros rondando las plazas, las pilas, los portales, esos inventos, esos anexos. Entonces, posaré mis manos sobre una que otra ruina. Cómo tratando de rescatar ese frío sentimiento, ese temblor exacto, esa lejana inundación de cristianismos y oscuras fatalidades.