miércoles, 26 de agosto de 2015

DMT

mi amiga enciende un cigarro triste y revisa sus mensajes en el celular. yo le digo: apágalo, no te sientas triste. desde las paredes del pequeño apartamento suspira james murphy con all i want y cuando apago el cigarro, se me ocurre que mi amiga tiene que sentir felicidad y no esas cosas tristes que siente: tristezas solemnes, dramas convexos, pequeñas hormigas rojas lastimándole el corazón y el deseo. busco a mi amiga y no está. supongo que fue al baño. me recuesto en el sofá y la veo de vuelta mientras le doy dos caladas al cigarro que dejó encendido. se sienta. sigue james murphy en las bocinas. ella me abraza y casi nos quedamos dormidos. se despierta abruptamente y me dice que quiere ácidos y güaro. yo la trato de disuadir pero ella insiste. me dice que conoce a un compa que le vende. yo le digo que también es mi compa y que lo conozco desde hace muchos años. me levanto del sofá todo despabilado y de repente, recuerdo, que tengo ácidos entre mis libros y cuadernos de dibujos. ella sonríe, se emociona. yo empiezo a buscarlos y después de un mini-rato los encuentro.

ella está extasiada, excitada, incontrolable.

abro los libros, en algunas páginas específicas tengo papelitos. por ejemplo: página 111 de las obras completas de borges, justo en el cuento del jardín de los senderos que se bifurcan. y también en el capítulo 62 de rayuela de cortázar. y además, en la página 88 de un mundo feliz de huxley. ella ríe. yo me río un poco y empiezo a abrir los papeles donde tengo guardados los ácidos. de repente, me recuerdo que tengo algo más: dmt.

me lo regaló toni.

la logro convencer que es mejor que un ácido o muchos ácidos juntos.

se resiste. le digo que la poesía está en el instante, y que el ácido es una continución del instante.

me dice: va, probemos esa tu mierda.

yo le digo: no te sintás triste ni enojada, yo estoy triste y sé que todo pasa. hasta el odio.

enciendo el puro y cuando se lo estoy poniendo en los labios rosa, ella fuma, fuma, fuma.

veo que se recuesta en el sofá, desnuda, impecable.

cuando veo que ya está en trance, le doy una, dos, tres, cuatro jaladas al puro y me tiro al piso.

el techo, la música, las paredes y mi lámpara nueva me abrazan. los caleidoscopios son intensos. el tiempo se detiene con todos sus odios, frustraciones y malas cosas. una sonrisa me atraviesa el corazón, y poco a poco, todo se empieza a fragmentar en geometrías perfectas: mi brazo que se extiende se parte en cuatro partes anatómicamente perfectas, el techo tiene nervaduras púrpuras que se agitan y me buscan, todo vibra y se estira, el abismo se ensancha y te acoge con su ternura.

volteo a ver al sofá y el sofá me abraza, mi lámpara nueva me abraza, el mundo y la vida me abrazan.

pasan cuatro minutos -porque sé que son cuatro minutos de trance extremo, ya he probado el dmt muchas veces- y volteo a ver a mi amiga que de repente parece no existir. sorpresa, gran sorpresa. en el sofá estoy yo recostado y mi amiga no existe, nunca existió.

quiero decir, mi amiga soy yo, recostada en el sofá con los ojos bien abiertos en trance viéndome directo a los ojos.

después de un rato de asimilar el suspenso que ya sabía le pregunto, digo, me pregunto a mí mismo que cómo se siente, si todo bien, si ya no está triste.

y ella, digo yo, me respondo a mí mismo esto: qué belleza, la tristeza no existe, ahora todo hace sentido.