miércoles, 6 de julio de 2005

De indecisiones, miércoles y tango

Hoy será un día interesante, lo supongo ahora.

Hay mucha diversión por la noche y carcajadas y cócteles y amistades y retóricas egofalacias: Exposición de Darío (Escobar), otra muestra colectiva de los hermanos Poyón, presentación del ya conocido libro de Ronald (Flores) y un concierto de Tango Sinfónico.


Primero me engulliré una pasta a la bolognesa, pan y cualquier cosa que encuentre apetecible hasta saciar el hambre que me está rugiendo en las tripas por la falta de un desayuno digno. Luego conduciré hasta la imprenta con unos diseños y me haré unas serigrafías en camisetas color negro. Iré a comprar dos libros, o quizá solamente uno: La Senda del Perdedor, algunos relatos de Bowles, poesía no. Me detendré en un bar y beberé unas cervezas para alistar mi dormida mente y prepararme hacia las fiestecitas de la noche.

Pensaré, seguramente, en el Capitán (Javier Payeras) que presentará hoy el libro ganador de aquel certamen de novela de Don Mario Monteforte, el libro a presentar es una re edición de Ronald (Flores), Último Silencio. A mí realmente las presentaciones de libros me incomodan mucho, son aburridas, presuntuosas y completamente arrogantes: Dos conocidos amigos-colegas tuyos se toman el tiempo de leer tu obra y luego se la embuten a los asistentes con una presunsión divina, como si el escritor realmente fue visitado por los Dioses de la Macadamia y él solamente se encargó de transcribir esas palabras divinas para el resto de los intrascendentales. Y de alguna forma, así han hecho ver a Ronald; como el escritor más grande de los último años en Guatemala, el elegido. Sí, es bueno, pero no tanto. Prefiero ir, solamente para echarme un par de tragos con Javier (si es que hay tragos), a quien no lo he visto y siempre es un gusto verlo y tomarse unos tragos en simpatía. Entonces la presentación, quizá descartada. Tenía razón Chinaski, en eso.

Luego pensaré en Darío (Escobar) y su muestra que me provoca cierta curiosidad, Serpentario se llama. Darío, debo decir es un men que con su trabajo me ha provocado siempre cierta admiración y respeto, aunque esos círculos de artistas contemporáneos siempre me han parecido elitistas y también de los más impersonales. Bueno, talvez hasta yo lo sea también todo el tiempo. Esta muestra quizá, la soporte. Es más, me interesa ir.
Por otro lado está la muestra de los hermanos Poyón (a quienes me han presentado muchas veces y siempre nos vuelven a presentar) en la galería de una amiga conocida que siempre me hace recordar la muestra que Alejandro Marré tuvo allí a puerta cerrada. Entonces, aún no convencido con eso de la doble exposición, decidiré luego.

Por último, está el concierto. Uf, el concierto de Tango Sinfónico.

Gardel, Lepera, D'Arienzo, Contursi, Piazzolla y todo dentro del Gran Teatro Nacional de Don Efraín. Sí, ir al teatro nacional es siempre un placer, es un bonito teatro. En cuanto a la Orquesta Sinfónica, siempre he sido un tímido fanático de las piezas mayores, musicalmente hablando. Y escuchar a la Sinfónica -con tango-, será como hacer el amor de pie sobre un piano de cola mientras un fa sostenido de bandoneón te hace cosquillas justo en la punta del glande y sentís que las suaves piernas de tu nena se convierten en dos flautas transversales que te enganchan por la espalda y todo es dolor de vieja arboleda, canción de esquina, con un pedazo de vida, naranjo en flor.