lunes, 31 de enero de 2005

Adjetivando ( 1 )

Hay un eco constante, seguido de inéditas muecas en tu sombría primavera. Ya la fiel necesidad con que en instantes lejanos llamabas a mi puerta, es ahora una inherente letanía de crepúsculos por maravillar. Te llevo a expensas de mi estricta soledad, y no quisiera -para nada-, sumergir irrascible mis interrogantes en tu centro de agua tenue al anochecer.

Te llevo aquí, impasible. Y el incesante eco que me dejas cuando retomas tus diarias cosas, tus arduos asuntos, tus frágiles rituales; es una caricia inminente que me roza este precario sopor.