martes, 1 de octubre de 2013

POÉTICA INFANTIL

Desplegar el papel, la pantalla, el píxel de la sospecha. Enjutar los dedos, como quien arremete contra el delirio. Teclear pájaros, patear galaxias, zumbar resbaladeros de memoria. Disfrutar del engase, del mareo, del trance. Fraguar la mirada. Contener el aliento. Ironizar la frecuencia. Amontonar las palabritas en la bolsa del pantalón. Escupir la risa, como quien quiere la cosa, como quien se divierte hilvanando partículas de algo, que puede ser, a lo mejor, una canción sonámbula y trémula. Tibia caverna de sueños. Bunker feliz de infamias. Agujero negro donde la vida pasa. La noche sucede, llega el día. Saludo al sol y me entretengo como un niño, aflorado por el estruendo de los verbos y los adjetivos, hipnotizado bajo el vaho suculento del ensueño. Todo sucede en mi parque de juegos. Abro las puertas del lenguaje y cada morfema, cada acento, me parece un carrusel de posibilidades. Me divierto. Soy niño. Un huracán me saluda y lo disuelvo entre mi puño. Hago nacer una tormenta. Florezco con el árbol. Soy siempre niño.